Cristina, la militancia ¿y algo más?

| Política

El intendente de San Martín, Gabriel Katopodis abre la puerta de su despacho horas después del discurso de Cristina Fernández de Kirchner en CLACSO. Son semanas de movimientos y gestualidades varias. Casi en paralelo, la “mesa de los cuatro” (como llamó Felipe Solá a ese frente integrado por Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey, Juan Schiaretti y Miguel Ángel Pichetto) anuncia su ampliación con la incorporación de ocho gobernadores. El largo aliento de una crisis cambiemita que ya es tan económica como política envalentona los ánimos peronistas y promueve los sueños de unidad, pero también la pesadilla de las tensiones irresueltas. Ajustado a su traje de jefe comunal, Katopodis asume por un rato la voz aritmética y cuidada de ese mundo llamado Los Intendentes Peronistas del Conurbano Bonaerense, y da su perspectiva de lo que viene. Siguiendo con la serie de conversaciones para pensar el escenario 2019, Katopodis asegura que el peronismo dejó el juego de la interna para ensayar un creciente “tono común”, explica hasta qué punto ve compatible la demanda de renovación con un pedido de unidad que tiene a CFK en el centro, insiste con la posibilidad de una interna para resolver diferencias y ensaya un marco teórico para entender el papel político del mentado intendentismo.

 

En una entrevista reciente aseguraste que “el experimento de Cambiemos fracasó”. ¿No es un error o un riesgo dar por muerto anticipadamente a Cambiemos? ¿No tienen tiempo aún de modificar o renovar su experimento?

Habría que ampliar el concepto. No digo que estén derrotados electoralmente, ni creo que la estrategia tenga que ser esperar sentados a que el fracaso de ellos nos vuelva a dar la oportunidad de gobernar el país. Lo que fracasó es la capacidad de Cambiemos de presentarse como representantes de los intereses de la clase media. El timbreo, hablar con Juana y con Pedro, se quiso desde ahí generar una imagen que me parece que no es real: iniciar un proceso de modernización del país con una promesa de cambio y transformación. Eso es una experiencia fallida. Lo que es real es lo que pasó en estos tres años: un gobierno que tomó decisiones en función de intereses de un núcleo muy conservador, muy de derecha. Después, si en lo electoral tienen posibilidades, eso depende de otras cuestiones, ¿no?

 

¿Cuál sería la agenda de soluciones o, para seguir en estos términos, el experimento que podría proponer el peronismo en 2019?

El peronismo y la oposición tienen que volver a construir una nueva síntesis, no puede ser solamente la restauración de lo que se hizo. Tienen un imperativo: construir una promesa para adelante. Eso debe expresarse de una manera muy clara y concreta a la hora de pensar cuáles son las preocupaciones que tiene el ciudadano de a pie. Hay que dar cuenta de una cantidad de demandas muy presentes en la sociedad y que no estuvieron presentes en el último gobierno del peronismo. Tampoco están presentes en nuestro discurso y en nuestra discusión cotidiana. Cuando uno revisa qué pasó en estos tres años con el peronismo hay dos momentos. En los primeros dos años el tema favorito fue la interna. Hubo una práctica permanente de buscar en la discusión interna del peronismo la posibilidad de reconstituirse con alguna expectativa en la sociedad.

 

¿Eso cambió?

Sí, en los últimos diez, doce meses, empieza a haber un tono común de toda la oposición a partir de una agenda basada en las preocupaciones de la gente: el recorte de los jubilados en diciembre, el freno al tarifazo, ahora el presupuesto. Sectores que expresan hoy cosas todavía distintas logran un tono común al dar visibilidad a esos episodios. Me parece que ese es un camino mucho más interesante. El peronismo y la oposición van a crecer en diálogo con la sociedad. Van a construir y consolidar algo más grande no por traer tales o cuales dirigentes a una foto, sino por la capacidad de expresar y representar a los electorados de esos dirigentes.

 

Retomando lo que decías antes, expresar demandas que no están aún en el discurso cotidiano del peronismo.

El peronismo tiene que poder salir de algunos lugares cómodos y poder hablar de ciertos temas más a mar abierto. Tiene que cumplir lo que el macrismo prometió y no logró garantizar: que se puedan cumplir las expectativas de vivir mejor y aspirar a más. La gente pide cosas muy simples: que los trenes funcionen, que las escuelas tengan clases y funcionen, que los hospitales atiendan todos los días, y que los gobernantes tengamos compromisos serios con la ética y con la transparencia. Por ahí hay una línea de reflexión. La otra tiene que ver con este famoso tema de la unidad, ¿no? Para ganar hay que construir algo más grande: en votos, en contenidos, en prácticas, en representación. Al mismo tiempo esa unidad tiene que ser la unidad para mejorar los sueldos, para frenar el tarifazo, para recuperar un entramado productivo que genere laburo, una unidad que vuelva a generar lugares de mayor seguridad y de mejor calidad de vida para la gente. Esa es la unidad que tenemos que transmitir.

 

En esta unidad la figura de Cristina es fuerte. ¿Son compatibles la demanda de unidad y la de renovación con ella de por medio?

Tenemos que encontrar una diagonal entre un liderazgo fuerte, que lo vamos a necesitar porque así está planteada la matriz política en la Argentina, y la posibilidad de expresar una agenda clara de país. El peronismo tiene que volver a ser la representación de un proyecto nacional y eso tiene que ver con la elaboración de un programa, con una idea más conceptual que cuando estás en el Estado se reduce, se hace más difícil… Hubo doce años donde no tuvimos que hacer ese ejercicio de pensamiento porque estaba Néstor y estaba Cristina, y entonces esa elaboración la reemplazaban ellos y el Estado, ¿no? El ejercicio del Estado es muy ordenador. Hay que recuperar la construcción de contenidos, de sentido y de imaginarios.

 

¿No los obliga el llano?

El llano y una sociedad cambiante. El peronismo tiene que tener los reflejos y la capacidad de mirar y representar a una sociedad que cambia todos los días. Cambian sus demandas, sus expectativas, sus intereses. Y la política si no quiere patinar en piso enjabonado tiene que poder representarla. Creemos que el Estado articula estas demandas y no el mercado.

“Tenemos que encontrar una diagonal entre un liderazgo fuerte, que lo vamos a necesitar porque así está planteada la matriz política en la Argentina, y la posibilidad de expresar una agenda, una propuesta, una idea clara de país. Hubo doce años donde no tuvimos que hacer ese ejercicio de pensamiento porque estaba Néstor y estaba Cristina, y entonces esa elaboración la reemplazaban ellos y el Estado”

Luego de la derrota de 2015, los intendentes ganaron espacio dentro del peronismo bonaerense. Formaron agrupaciones como el Esmeralda o el Fénix, se recuerda una celebración del triunfo de Cafiero en la que se percibió cierto espíritu de renovación. El año pasado hubo un desplazamiento de la renovación hacia una unidad que es vista por otros más como santo y seña para entrar en una negociación con Cristina. ¿Qué es lo que sucedió ahí?

Después de la derrota de 2015, los intendentes tratamos de encontrar nuestro rol y de transformarnos en actor político del sistema. Las responsabilidades de los intendentes, en el caso de la provincia de Buenos Aires más de 40, centralmente son dos. Por un lado gobernar bien, porque en gran medida mucha de la promesa para adelante tiene que ver con que gobernemos bien los municipios. Por otro lado, constituirse como actores con capacidad de definir y delinear la estrategia y los candidatos competitivos. Por dos motivos: primero porque somos la referencia política más nítida de la Provincia –no sintetizada en una persona, sí como andamiaje político–; y segundo porque es en el conurbano donde las políticas del macrismo hicieron más daño. Tenemos la responsabilidad de poner en la agenda pública lo que pasa con los sectores medios, con los trabajadores, con las PyMEs, con los comercios. Tenemos que transformarnos en actores políticos que sean un freno a las políticas del macrismo. Creo que lo hicimos, con amparos judiciales en el caso de las tarifas, con el reclamo a la gobernadora para que represente los intereses de los bonaerenses y no sea parte del ajuste. Lo hicimos, en definitiva, al denunciar que hay un gobierno de la provincia de Buenos Aires que está más preocupado en los anuncios que en los resultados.

 

Un gobierno que flota por sobre los conflictos.

El gobierno bonaerense convalida la agenda de ajuste del gobierno nacional, el presupuesto es un ejemplo muy nítido de eso. Además tiene un relato de lo que pasa en la Provincia con una brecha muy grande con la realidad de todos los días. Lo que la gobernadora dice que pasa, no pasa; lo que dice que hace, no se hace. No hay obras, las escuelas y los hospitales no están mejor, y la seguridad no funciona como ellos dicen que funciona. No tengo dudas de que es un gobierno que gestiona muy mal, tres años es mucho para conocer y aprender a gobernar. El problema es que detrás hay gente que la pasa muy mal.

 

Puede pensarse que hubo algunas acciones positivas del gobierno de Vidal, como la recuperación del Fondo del Conurbano.

Ninguno de los problemas que tenía la provincia de Buenos Aires el 10 de diciembre de 2015 se resolvió. Definitivamente no hay un plan, Vidal no vino con la decisión de poner en marcha un programa que ponga de pie a la Provincia y el conurbano. Elijamos el tema que quieras. ¿Residuos? Se entierra la basura en el Ceamse como hace 40 años. ¿Seguridad? Se manejan 70 mil efectivos desde un escritorio en La Plata con métodos que en los últimos 30 años dieron resultados muy malos. ¿Educación? En tres años no se ha tomado una sola medida que presuponga un proyecto claro de transformación de la educación pública. Es muy evidente que no hay un plan de desarrollo para la Provincia. La pelea circunstancial, espasmódica, de un fondo –que por supuesto nosotros acompañamos oportunamente–, no está reflejada en obras, inversiones o coparticipación para los intendentes.

 

En la elección pasada la economía fue un eje principal de la campaña del peronismo. A pesar de eso ganó Cambiemos. ¿Fue un error de diagnóstico?

No, en 2017 ellos impusieron el eje de debate en la campaña. Lograron plantear la idea del futuro y del pasado, y plebliscitar a un gobierno que había terminado el 10 de diciembre de 2015. Eso les evitaba tener que hablar del presente, explicar qué habían hecho. Si la pregunta es si eso se puede volver a repetir, y sí, se puede sobre todo si nosotros no actuamos con mayor inteligencia. Porque no hay dudas de que si ellos no tienen resultados económicos para mostrar –todo indica que no los van a tener, porque la economía no va a arrancar, la inflación va a seguir siendo un problema, la pobreza y el desempleo van a ser dos datos estructurales de la Argentina, y porque los cuatro años de Macri van a terminar con indicadores peores que los que tenía cuando arrancó– van a tratar de plebiscitar otra vez a un gobierno que se fue.

 

Si el peronismo se dedica únicamente a compilar lo malo del macrismo, que fue un poco el eje de la campaña 2017 de Unidad Ciudadana, ¿no se corre el riesgo de ser una especie de antología de las malas noticias en lugar de ofrecer una alternativa?

Tengo claro que Cristina y la militancia, no: es Cristina, la militancia y algo más. A ese algo más hay que poder definirlo, y no hay ninguna duda de que tiene que ver con explicar cómo sigue la Argentina después del 10 de diciembre de 2019. El núcleo duro ideológico sirve para ganar discusiones, para darle carácter a un gobierno, para darle impronta y personalidad a determinado proceso, pero no gana elecciones. No alcanza. Hay que ampliar la base electoral y social con un mensaje que sea inteligente, atractivo y amplio. Lo otro que tenemos que entender es que la fortaleza de este gobierno es la fragmentación de la oposición. Entonces hay que concentrar el voto opositor como lo hicieron ellos de cara a 2015, juntando los votos del PRO, de la Coalición Cívica y de la UCR. En el cuarto oscuro va a haber una boleta que acompañe al oficialismo y nosotros no podemos permitirnos que haya cuatro boletas que expresen la oposición al macrismo. Ahí se juegan en gran medida las posibilidades de modificar este rumbo.

“Tengo claro que Cristina y la militancia, no: es Cristina, la militancia y algo más. A ese algo más hay que poder definirlo”

¿Cuál sería el modo para que la oposición evite ir con cuatro boletas? ¿Internas?

Me parece que es un gran esfuerzo, de construir un mismo tono de unidad opositora, que es un dato nuevo del último año. Hasta finales de 2017 la oposición habló como en varios idiomas. Ahora venimos más o menos todos parándonos en el mismo lugar, entendiendo que la frontera entre el macrismo y la oposición tiene que ser más nítida y más clara. Y lo segundo, creo que la principal responsabilidad que tenemos desde la oposición es poder construir consensos detrás de una propuesta, con hombres y mujeres que la puedan representar. Si eso no se logra, que haya una gran PASO y que sea la gente la que elija.

 

¿Hoy sí sería posible una PASO, a diferencia de 2017?

Hay en todos los sectores la idea de que se puede ganar. Y esa idea es ordenadora. Lo demás es una cuestión de método, de herramienta, de poner reglas de juego. Es muy concreto. Ellos no nos ganaron con una gran elaboración programática, ni con un gran plan de gobierno. Nos ganaron diciendo cuatro cosas. Bueno, me parece que va por ese lado, ¿no?

 

Hablaste de la apuesta de este intendentismo, de este “sindicato de intendentes”, por constituirse como actores políticos. ¿Cuál sería su dirección? ¿Puede pensarse en que después de mucho tiempo un intendente sea gobernador?

La posibilidad de que un intendente sea candidato a gobernador es bien concreta y estimulante, pero la cosa pasa por terminar de transformar este grupo de intendentes en un colectivo común. Y que ese colectivo no se dedique sólo a gestionar y a gobernar cada ciudad, sino que también tenga una posición política sobre lo que está pasando en la Argentina. Somos parte de un proyecto que quiere transformar el país, no solamente algún pedazo de territorio de la Provincia de Buenos Aires. Hay condiciones para que eso ocurra: hubo una renovación en el Partido Justicialista de la Provincia de Buenos Aires, con dos intendentes a cargo, Menéndez y Gray. Hay un protagonismo en el debate público con intendentes que salen a pelear contra las tarifas o contra la decisión del gobierno de hacerse cargo de la devaluación de las empresas de servicios públicos. O que sale a reclamarle a Vidal que represente a los bonaerenses y no sólo a los intereses del macrismo. Eso es un proceso que hay que alentar. En eso yo sí soy bastante optimista. Nos veo a los intendentes con decisión, veo intendentes que gestionan bien, que realmente están muy legitimados en sus territorios y que están con la voluntad y la vocación de constituir un proceso mucho más denso, más consistente.

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Last modified: 3 agosto, 2020

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