La fenomenología del fútbol argentino

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Fernando Signorini es uno de los hombres que mejor conoce ese costado de Diego Armando Maradona donde lo sobrehumano y lo vulnerable se cruzan. Fue su sombra durante el tiempo que le llevó recuperarse de la huella de Andoni Goikoetxea en 1983 y desde entonces supo acompañar al Diez en todo tipo de aventuras y recuperaciones, como el mítico regreso del 94 o el no menos mítico interregno al frente de la selección argentina. Pero Signorini es además un tipo de futbolero que no es exclusivo de la Argentina pero que tiene, en nuestro país, una serie de características –y una tradición– propia. Sentado en la glorieta de Barrancas de Belgrano, habla con Bunker de Menotti, de Tévez, de Messi, pero también cita a Hegel, a Chomsky, a Oscar Wilde, a Camus y defiende, a capa y espada, una “escuela” donde conviven deporte, política, ideología y discurso. De eso, de la grieta Menotti-Bilardo, de los periodistas “mamarrachos”, de la “trampa” de la mano de Dios y de cuál debería ser el rol de Maradona en el fútbol argentino habla en la siguiente entrevista.

 

¿Qué significa el fútbol para vos?

Antes que nada es una profesión. Desde los 21 años que mi manera de generar dinero –que tampoco es tanto– es a través del fútbol. Después aprendí, gracias a César Luis Menotti, que en realidad es una maravillosa excusa para ser feliz y que si bien lo importante es ganar, lo es mucho más la manera de hacerlo. El fútbol es un medio maravilloso para tratar de mejorar al niño y convertirlo en el mejor individuo posible para la sociedad. Y esto a pesar de todos esos mensajes, tremendamente nocivos, que difunden esos tipos despreciables que usan el micrófono para desvirtuar los valores del fútbol. Como dijo Albert Camus: “todo lo que sé de solidaridad, de amistad, de nobleza lo aprendí del fútbol”.

 

O sea que el fútbol para vos es una profesión pero también una posición filosófica, ética.

Es una trinchera en el compromiso de transformar la sociedad. Aun a pesar de que suele ser también una herramienta peligrosa. Noam Chomsky escribió sus diez principios de manipulación social, y yo creo que le faltó una: el fútbol. Mientras en Argentina hay una mortalidad infantil de 9,1 por cada mil chicos nacidos, mientras los jubilados no tienen para llegar a fin de mes, mientras se cierran miles de pymes, mientras se contaminan todos los ecosistemas, el fútbol también sirve para estupidizar.

 

Ahora, hablás de Menotti y del fútbol como herramienta distractiva e inmediatamente, como argentinos, pensamos en el Mundial 78.

En el 78 había festejos y había horror pero también había una gran mayoría que sospechaba. Yo, en mi caso, vivía en Lincoln. ¿Qué leía? Lo que ellos querían. Por eso con el tiempo dejé de leer diarios. Le hice caso a Borges, leo libros, no diarios. Hoy prácticamente no quedan periodistas, son todos operadores. Yo pasé de Dante Panzeri, de Ulises Barrera, de Pepe Peña a escuchar a estos mamarrachos: Gustavo López, Liberman, Farinella, Vilouta, Vignolo. Yo tuve a los mejores maestros, al Harvard del fútbol. Estuve con Menotti, con Maradona, con Messi, con Klinsmann, con Cappa. ¿Qué me van a decir estos tipos a mí? La sociedad, no digo que se desintegró, pero sí se vulgarizó. Hay una decadencia cultural brutal y estos también son elementos que al sistema les sirven.

“Hay que ir a buscarlo a Diego y decirle: ‘dejá, listo. Maradona te ayudó en todo lo bueno. Ahora dejalo ir’”

Trabajás con chicos de barrios vulnerables basado en la idea de que el fútbol puede ser un lugar de contención, que puede significar un futuro. Pero la visión mercantil también propone un horizonte similar: el fútbol como escapatoria, como forma de ganar dinero. ¿Dónde marcás la diferencia? ¿Cómo hacés para trabajar en valores cuando del otro lado tenés esa promesa de salvación personal?

¿Pero se salvan de qué? De no tener para comer, bueno, eso sí. ¿Pero qué pasa con el alimento espiritual, ese que te sirve para formarte? Eso no, eso se lo niegan. Si fueran tan importantes, se hubiera evitado la muerte de Emanuel Ortega [futbolista de San Martín de Burzaco que murió en 2015, tras golpear la cabeza contra una pared en pleno partido]. Solamente la negligencia y la responsabilidad dirigencial, que solo piensa en recaudar, lo produjo. Ese muro tendría que haber estado a cinco metros y estaba a dos. Y a nadie le importó. Tampoco se hubiera muerto, en Santa Fe, Ramón Ismael Coronel, que atajó un penal, le pegó la pelota en el pecho y se desvaneció. Tenía 17 años.

 

O más atrás en el tiempo el caso de Mirko Saric.

¡Claro! Entonces, a mí no me vengan con esos cuentos porque a estos tipos no les creo nada, son lo peor del sistema. Es lo que dicen los grandes pensadores y las grandes figuras de la historia. Hoy estaba leyendo Hegel, y el otro día leía a Oscar Wilde, que dicen que una de las mayores cualidades del ser humano es su poder de rebelarse. Y a los chicos, a los jugadores los obligan a no rebelarse. Mirá lo que le pasó a Centurión, o a Diego. A Diego le cortaron las piernas, le cortaron todo. ¿Por qué? Por ser irreverente con el poder. No me vengan con que les interesa el ser humano. Para ellos es solamente una mercancía de cambio.

“Creo que el problema hoy es el miedo. Los jugadores, los cuerpos técnicos, los dirigentes, la gente, todos tienen miedo”

¿Cómo ves el caso de Carlos Tévez, alguien cuyo origen es muy parecido al de esos chicos con los que trabajás?

Son las grandes contradicciones del ser humano. Carlitos nació en un barrio donde viven los oprimidos y ahora lo aprovechan los opresores, los tipos por cuya culpa él tuvo que padecer en Fuerte Apache, como Riquelme padeció en Don Torcuato, el Kun en Villa Itatí o Diego en Fiorito. Carlitos debería darse cuenta de que lo desprecian. A Macri, Peña, la Bullrich, toda esa gente, les da bronca que él vaya en un coche igual o mejor al de ellos. Pasa que lo tienen que instrumentalizar porque sirve para la foto. Como los campeones del 86 que fueron al balcón de Casa Rosada. No importa las ideologías, todo el mundo está listo para usar a los mismos que antes despreciaban porque son negros de mierda que viven en villas miseria. El fútbol, igual que la educación, que la cultura, si no es transformador de una realidad social, no sirve para nada.

 

¿Y cómo podría empezar a ser transformador?

Hay que refundar al fútbol. Y para eso se necesita de una mesa donde haya gente ligada a la cultura, a la antropología, a la filosofía, a la psicología, gente de negocios también, periodistas y el Estado, todo para decir, de una vez por todas, “¿para qué sirve el fútbol?, ¿cuál es su lugar dentro de la sociedad?, ¿van a seguir haciendo pedazos la sociedad a través del deporte?” No puede ser. Yo, por lo menos, me resisto a eso.

 

En el documental de Asif Kapadia desarrollás una doble mirada respecto de Maradona: separás al Maradona estrella del “Diego de Fiorito”. ¿Él sí pudo mantener a ese pibe de barrio, más allá de la figura hipermediatizada, atravesada, también, por el negocio?

Diego jamás traicionó su condición de clase, es más, siempre la reivindicó. Siempre se peleó contra el poder, contra aquellos que manipulaban el poder en favor de unos pocos. En Argentina y en el mundo. Siempre se puso del lado de todo aquel que luchara contra aquellos que habían sido culpables de que tuviera que ir a parar con su familia a Villa Fiorito, así como fue Tévez a Fuerte Apache o Riquelme a Don Torcuato. De todas las cualidades, más allá de las futbolísticas que son innumerables, esa es la que más destaco y reivindico.

 

¿Cómo lo ves hoy? Antes de su breve paso por Gimnasia dijiste que, para vos, no debería dirigir en la Argentina.

Si hay alguien que se merece estar en el fútbol argentino es Diego. Pero creo que debería trabajar en la Selección, con los juveniles, lejos de la locura esa de si el domingo gano o pierdo, porque él está en permanente tratamiento de recuperación. Él mismo dijo: “de la adicción uno nunca se cura”. Y me parece que todo ese tipo de estímulos, sobre todo los negativos, le pueden hacer daño. No debería dirigir acá. Pero claro, se piensa en el negocio.

 

Sin embargo él también parece disfrutar de esa exhibición.

Pero hay que ir a buscarlo y decirle: “dejá, listo. Maradona te ayudó en todo lo bueno. Ahora dejalo ir”. Hay que darle un lugar mucho más tranquilo, donde realmente pueda influir con sus conocimientos, donde pueda impartirles a los pibes enseñanzas, no solamente de fútbol, sino también de los riesgos que corren los mejores cuando van para arriba sin ninguna formación. Él tiene más autoridad que nadie para decirlo, lo sufrió en carne propia.

“¿Y si un día se enojan los jugadores en medio de un Mundial porque en esas condiciones no se puede seguir? ¿Qué van a hacer los dirigentes?”

¿Cómo fue aquella experiencia en Barcelona, cuando te convertiste en su preparador físico?

Al principio le dije que no porque pensé que iban a decir que era otra de sus excentricidades. Y me dijo “no me importa, yo siempre lo pensé y más ahora, después de esta lesión, voy a necesitar a alguien que me esté mucho más cerca”. Le pedí unos días y al final le dije que sí. Me dijo de firmar un contrato y le respondí: “no, ¿qué contrato? Me contaste de un montón de amigos que ayudaste y después te hicieron juicio así que contrato, no. Dame la mano, que es el mejor contrato. El día que no te sientas más a gusto conmigo, me decís y me voy. No te reclamo nada. Y yo juego con las cartas del mismo mazo”. Y bueno, entre Selección y demás, estuvimos casi doce años. Sin haber firmado absolutamente nada y sin tener uno que reclamarle nada al otro.

 

¿La preparación individual en qué se focaliza, a diferencia del entrenamiento grupal?

Primero lo tenés que conocer, hace falta un diálogo continuo. Hay veces que cuando ves que no está bien es mejor que no haga nada. En Nápoles, yo hablaba con el preparador físico y si, por ejemplo, diagramaba una jornada con esfuerzos que a Diego no le iban bien, hablaba con él y le decía: “mirá, van a hacer carreras de 100 metros continuo. Vos lo hacés, pero arrancá y frená, arrancá y frená”. Porque eso era él, un gato, no una liebre. Tenía que realizar esfuerzo de altísima exigencia pero de corta duración, con largos períodos de recuperación, porque su sistema de reportación de energía era así. Distinto al de Careca, al de Bagni. Hoy todavía se entrena a todos igual. En el fútbol todo es aproximativo. Es la única disciplina deportiva en la que podés hacer todo mal y salir campeón.

 

¿Qué mirada tenés del aporte de elementos externos, como las neurociencias?

Todos vienen al fútbol y el fútbol es una construcción popular de las clases populares. No es un hecho ligado a lo científico, está ligado al arte, por eso los mejores jugadores son artistas jugando al fútbol. Lo que va es el negocio, porque te venden vallita para saltar, la escalerita para la neurocoordinación, después los drones, los GPS… Eso tiene que ver con el atletismo, son métodos desarrollados por el atletismo. Un día me dijo Panchito Guerrero: “la mejor neurociencia mía fue la alpargata de mi mamá cada vez que yo le rompía una maceta y me sacaba corriendo entre las plantas del jardín”.

 

Mencionaste a Menotti pero también trabajaste con Bilardo. ¿Es tan real esa grieta?

Los dos querían ganar, que el equipo jugara de la mejor manera posible. Pero había una valoración de la ética que era completamente distinta. Menotti jamás iba a despreciar los medios para lograr los fines. Y Carlos, si había que darle lo que se le dio a Branco o si, como dijo un día: “hay que enseñarle a los chicos a que cuando pierden lloren tres días seguidos”. Y yo dije, “bueno, pero el día que se le muera la mamá, se mueren deshidratados”. Yo creo que el deporte es otra cosa. El verdadero éxito está en dar el máximo de uno mismo. Y el resultado pasa a ser irrelevante. Estás mucho más cerca del éxito cuando das todo y perdés que cuando das la mitad y ganás. Es una característica del deporte. No siempre el que gana es el mejor.

“El fútbol, igual que la educación, que la cultura, si no es transformador de una realidad social, no sirve para nada”

Pasa que ahí radica también lo imprevisible del deporte, esa “dinámica de lo impensado”.

Sí. Igual creo que el problema hoy es el miedo. Los jugadores, los cuerpos técnicos, los dirigentes, la gente, todos tienen miedo. Diego, Riquelme, Carlitos, el Kun, el Burrito Ortega, todos te cuentan lo mismo: antes jugaban ocho, hasta diez horas por día, y jugaban en libertad. Nadie iba y les decía “no, no tires una gambeta…” Jugaban en absoluta libertad.

 

¿Y en ese contexto qué sería “La Mano de Dios”: una trampa o un gesto de libertad, de jugar como en el potrero?

Es producto de la picardía y de la espontaneidad. Pero es trampa cuando Diego sale corriendo y se da vuelta y mira al árbitro porque sabe que hizo trampa.

 

¿Pero qué prima ahí? ¿La picardía del potrero o la ética de la responsabilidad?

Al salir de la jugada, yo creo que hubiera hecho lo que hizo [Miroslav] Klose, jugando un clásico en Alemania. El árbitro cobra penal, todos se le van encima, no había VAR, le consulta al juez de línea y él le dice “no vi nada”, lo deja solo al tipo con su decisión. Entonces, se acerca a Klose y le dice “Miroslav, ¿fue penal?” “No”, le dice. “Pero ya lo cobré”. “No te hagas problema”. Y agarró la pelota y la sacó por el lateral. ¿Te das cuenta? Me parece maravilloso. Ahora, claro, Miroslav no estuvo obligado a ser tramposo como estuvo el Diego de chiquito porque si no era tramposo no comía. Porque por ahí tenía que manotear una manzana y salir corriendo sino ese día no había morfi. Por supuesto que todo es justificable. Pero como hecho deportivo, la trampa es una porquería y en la vida también.

 

¿Qué lugar creés que tiene Messi en el esquema del fútbol argentino?

Bueno, él es un producto del fútbol europeo. A él lo metieron dentro de una cúpula de cristal, lo cuidaron. A la misma edad Diego iba a jugar con Argentinos Juniors y les rompían los vidrios del colectivo a cascotazos, le tiraban con lo que tenían de la tribuna, lo re puteaban, a lo mejor muchas veces no comían. Viajaban diez horas para jugar inmediatamente. En cambio, la realidad de Leo es completamente distinta. Igual creo que hay algo dentro de nosotros que es un potro indomable y si Diego hubiera hecho la misma experiencia de Leo, igual hubiera sido rebelde.

 

En base a lo que pasó en la última Copa América, ¿ves un Messi más “rebelde”?

Y… vos fijate, la primera vez que se expone y dice cosas que todo el mundo pensaba que había que decir, lo castigan. Me pareció fantástico. Porque además, otra cosa, ¿y si Messi se enoja y no juega más? ¿Y si un día se enojan los jugadores en medio de un Mundial porque en esas condiciones no se puede seguir? ¿Qué van a hacer los dirigentes? Ahí se van a dar cuenta de que el poder real lo tienen los jugadores. Parece que los jugadores todavía no se dieron cuenta de eso.

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Last modified: 1 octubre, 2020

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