El realismo macrista y el fin de la excepcionalidad argentina

| Política

“Cambiemos es la consecuencia de la democracia de la desigualdad, no la causa”, dice Pablo Touzon, sentado en la mesa de un bar mientras a su alrededor pasan decenas de personas con ecobolsas, zigzagueando con su motos indias por el asfalto de la avenida o vendiendo medias o ramos de resaltadores para los hijos escolares de la clase media endeudada. Sin quererlo, el ambiente genera una composición de lugar perfecta para una charla sobre el presente político donde el fenómeno Cambiemos no queda subsumido a una mera maquinaria electoral, una anomalía producto de la derrota ajena o un hechizo mediático –y en donde Jaime Durán Barba aparecería como abanderado y sinécdoque–, sino más bien como un armado político que supo leer la contemporaneidad, cuya única promesa tiene los contornos endebles de los deseos sociales, y que en su programa político viene a ofrecer un baño de humildad, el fin de la excepcionalidad nacional y el ingreso pragmático y resignado de la Argentina a eso que el suicidado por la sociedad Mark Fisher llamó “el realismo capitalista” –y que tiene al propio Durán Barba como abanderado y sinécdoque.

Politólogo, consultor, co-editor de Panamá Revista y uno de los analistas que piensa con mayor creatividad y lucidez el escenario político actual, Touzon toma en esta conversación a la figura ya mítica del ecuatoriano como disparador de una serie de reflexiones sobre el presente argentino. Analiza la “política algorítmica” de Durán Barba, asegura que su método encierra también una filosofía que representa las demandas del “realismo capitalista”, habla del sobrerrealismo de los funcionarios del PRO y dice que la crisis del peronismo no se debe tanto a un problema de liderazgo sino a encarnar una idea perimida que priorizó “la gobernanza de un mundo injusto” y no el quiebre estructural de una sociedad desigual que hoy parece haber descubierto su inutilidad. “¿Para qué querés al peronismo en una sociedad así?”, se pregunta Touzon,

 

En “El hombre algoritmo” escribiste que el “duranbarbismo” se define a sí mismo como un “diagnóstico empírico e inapelable” que termina convirtiéndose en una verdad científica. Pero también lo calificás como tramposo, porque es en parte diagnóstico y en parte programa. ¿Qué es el “duranbarbismo”? ¿Es un método, es una filosofía?

Es varias de esas cosas a la vez. Es una filosofía en el sentido de que inserta su estrategia y su forma de ver al mundo como si fuese una especie de positivismo. Como si dijera “antes de Cristóbal Colón no sabíamos que la tierra era redonda, y ahora sabemos que la política es así”.

 

Como un quiebre epistemológico.

Claro. El tipo dice “descubrimos esto”. No es que es una opinión, él pone que es así. Puede gustarme o no, pero la cosa es así. Después, en lo que yo veo que hay un programa político es en el hecho de deconstruir el poder. Durán Barba te dice que, en el fondo, nada existe. Es un gran deconstructor de los mitos del poder. Mi crítica es que al final lo que no deconstruye es la relación de mercado que se encuentra detrás de todo eso. Hay un muy buen libro de Mark Fisher, Realismo capitalista y, para mí, Durán Barba es la política del realismo capitalista. Y ahí hay un ideario PRO, que es ese fanatismo por el presente. Los tipos no se preguntan si el mundo o la Argentina son más justos. Dicen que son así. El plan de máxima es adecuarse lo mejor posible a una cosa que ya existe. Lo que traduce Durán Barba, en definitiva, es una especie de conservadurismo, porque hablando de cambio todo el tiempo lo que produce es una especie de fanatismo del presente. Y después está el rol que cumple dentro del PRO. En el libro de Laura Di Marco hay un capítulo que dice que siempre se da la misma escena: va Monzó, va Pinedo, le dicen “esto no es así”, y Durán responde: “vas a ver que sí”. Y siempre gana él. Al final siempre gana ese nihilismo.

 

¿La deconstrucción no encierra a la vez una suerte de anticonservadurismo? La idea de que al final esos poderes no son tan omnipotentes.

Si. Pasa que el problema de los deconstructores es qué ponen en su lugar. Lo que creo que ponen es el realismo capitalista. Y al final te dejan una especie de vacío. Partidos políticos, sindicatos, organizaciones…

 

Deconstruye esos relatos. Siguiendo con las alusiones a Fisher, los convierte en fantasmas.

Los deja como flotantes. Pasa con los partidos, no se anulan. Nadie cerró el Partido Socialista francés. Está ahí, vegetando como un fantasma. Se vació de contenido. Parte de lo que yo más crítico de Durán Barba es que dice que es revolucionario, pero en realidad lo que hace es reproducir el sistema a lo que más da. El tipo tiene una virtud que es entender el mundo y hacerlo operativo en la política. Él podría aparecer en un seminario en Harvard y decir “yo derroté al peronismo”.

 

Cambiemos, Jaime Durán Barba
Escribiste también que esa “política algorítmica” de Durán Barba es un intento “homogeneizante y de indiferenciación”. ¿No hay imaginación y creatividad en su trabajo?

Hay una parte positiva y que es cierta liberación de la sociedad, salir de los políticos operadores, de los viejos intermediarios, declarar obsoleto al runfla. Como si la política pasara de la sección política del diario a la de sociedad. El problema es lo que lo reemplaza. Y lo reemplaza una política que ya no crea nada. ¿Por qué todo lo que hay es lo que hay? Eso es, para mí, lo que reproduce esta política algorítmica.

 

No hay lugar para la acción colectiva ni para esa chispa de la historia.

Evita un Stalin o un Hitler, pero también un Churchill o un De Gaulle. La política que se disuelve en la sociedad tiene los límites y las aspiraciones de esa sociedad. No la supera ni se vuelve peor. Hay una filosofía de fondo, y ese es el verdadero conservadurismo del PRO, que se ve más en cómo funciona la política que en las medidas de gobierno. Esto del fanatismo del presente, por ejemplo. Ahora bien, ¿cuál es la crítica a Durán Barba? Que no critica nada de lo que funciona hoy. Durán Barba es un gran homogeneizador, es como tener un DT de otro país en la Selección. Como decir: “creíamos que esto era algo especial, pero en el fondo no”.

 

Esa anomalía que es o marca de identidad o pesadilla de la Argentina.

Sí, eso de que “les hicieron creer que podían tener clase obrera, industria, y una serie de cosas que en el estado en que está el mundo no pueden tener”. Yo creo que los funcionarios conocen tan bien al mundo que pecan de un sobrerrealismo. Como quien ve un mapamundi y dice: “bueno, esta gente es recursos naturales, un poco de cultura, turismo, y a su casa”. Y gestión de los pobres, del sobrante. Es verdad que son más el presente, el tema es si te gusta el presente. Lo que subyace en Durán Barba es la idea del fin de la excepción argentina. Le encanta vivir en esa impostura, decir que nada importa. Y al normalizar la política, la vacía de contenido. Si digo que con la ciencia puedo descifrar la política, es el desencantamiento de la política. Schmitt hablaba de la era de las neutralizaciones. Lo que creo que él hizo, y eso es interesante, fue interpretar que parte de la sociedad se quería sacar de encima al peronismo.

 

¿Al peronismo o al Estado?

Tal vez en un momento fueron lo mismo. Hay una película que se llama La Gran Apuesta, que son unos tipos que anticiparon que los bonos subprime se caían. Bueno, Durán Barba es uno de esos, vio que a lo más sólido del mundo lo soplás y se cae. Mi crítica al mundo Durán Barba es más al núcleo central de su filosofía que a sus técnicas electorales, que son a todas luces eficaces.

“Mi crítica también pasa porque si vos decís “tiene que haber 15% menos de pobres”, te vas a encontrar con un límite si yo vengo y te digo “no, pero a la gente no le importa eso”, que es la frase de Durán Barba”

Siendo que el PRO tuvo think tanks como Creer y Crecer o Pensar, centrales en su mito de origen, ¿no hay una sobrevalorización de la figura de Durán Barba? ¿Qué peso creés que tiene en la genética del PRO?

Hay una lucha en el PRO, que se viene construyendo desde Creer y Crecer. Primero se vio a sí mismo como un anexo de la Argentina que quedó después de 2001, donde parecía que decir “sistema político” y “peronismo” era lo mismo. Ese PRO se consolida como una especie de neomenemismo. En la elección de 2005 Macri va con el PJ, el partido se llamaba Compromiso para el Cambio, todavía no existía ese PRO como referencia del antiperonismo. Lo que le aportan Durán Barba y, según dicen, Marcos Peña, es la liberación de ese esquema. Empiezan a decir: “¿y si es la propia?”. Un poco lo que dicen las barras bravas: “no hacemos amistades”. Cuando conquistan la Ciudad ya está Durán Barba, que es lo que sigue siendo hasta ahora, una voz disruptiva dentro del sistema político. Él quiere que el PRO sea outsider. Entiende que desde 2008 para acá gana todo lo que apuesta contra el establishment. Lo que quiere en el fondo, igual que Marcos Peña, es lo mismo que el kirchnerismo, que el PRO nunca sea “el poder”. Sabe que el día que le pongan todos los atributos de emperador, automáticamente se convierte en un blanco. El problema es que así se puede eventualmente ganar elecciones pero no gobernar. No se puede hacer cambios. En el fondo, hay un gradualismo en Durán Barba, porque la política algorítmica no puede pagar costos. Está tan atada a la opinión pública que eso es un costo hacia arriba.

 

En Cambiamos, Hernán Iglesias Illa cuenta que Durán Barba ya advertía esto desde la campaña.

Bueno, pero la parte CEO puede decir que el ajuste, tan procrastinado, en algún momento hay que hacerlo, sino esto va a explotar. Lo cierto es que el PRO se fue sacando la parte más derechista, más furiosa, que quizás quedarán como Luis D’Elía en el kirchnerismo. El resultado de las elecciones del año pasado cristalizaron un triunfo definitivo del duranbarbismo en el mundo PRO. Un triunfo sobre los acuerdistas: Pinedo, Monzó, los radicales, cuyo rol histórico ya fue cumplido con la convención de Gualeguaychú. Entonces en el poder se quedan más solos. El problema es que la base material de todo eso es deuda. El día que se corte el financiamiento externo se cae el telón de un saque.

 

Cambiemos, Jaime Durán Barba
La eficacia de las técnicas electorales de Durán Barba lo convirtió en una suerte de gurú también para la oposición. Diana Conti y Juan Cabandié, por ejemplo, lo elogiaron por estos días. ¿Creés que el método es transferible?

Creo que así como era débil el poder del peronismo, el de Cambiemos también puede serlo. El mundo que Duran Barba describe, donde todos los poderes son volátiles, le cabe a ellos también. Ahora, el PRO se construyó sistemática y lentamente en función de un diagnóstico. No es solo que lo contrataron, en algún punto él es casi un co-constructor. Es su partido, lo hicieron a su imagen y semejanza, te diría que hicieron casi un candidato a su imagen y semejanza. No creo que lo puedas llamar de urgencia, tomar tres cafés, recibir tres lecciones, y listo. Lo que menos se ve es que el tipo es sistemático. Entonces, sí, se puede, pero metiéndole ocho años o ese grado de trabajo. Mi crítica también pasa porque si vos decís “tiene que haber 15% menos de pobres”, te vas a encontrar con un límite si yo vengo y te digo “no, pero a la gente no le importa eso”, que es la frase de Durán Barba. Hay un diagnóstico sobre el presente que puede ser cierto pero hay una perspectiva sobre el futuro que uno no la puede sacar de ahí porque ahí ya existe. Lo que sí se puede transferir es un diagnóstico sobre el presente, una forma de entender la relación política y sociedad, donde la sociedad subió y la política bajó, entender que no hay orgánicas y ver el vaso medio lleno de eso, no estar llorando, “uy, no, se fueron los partidos”, el aporte positivo y “copiable” de la mirada de Durán Barba. Pero hay una parte más ligada al realismo capitalista que no sé si lo podés usar indistintamente en reversa para cualquier proyecto político. O si podés, pero lo volvés idéntico al original.

 

Lo preguntábamos también porque esa lectura del método desde la oposición después termina en Cristina usando la campera Uniqlo replicando a Vidal

¿Eso sabés por qué pasa? Porque el peronismo ve el fetiche. Su principal problema es que solo ve el final de las cosas. Es como con el Papa, los tipos iban a hacer imposición de manos del poder, hacían colas interminables, pero cuando descubrieron, con razón, que el Papa no da votos, algo que Durán Barba ya sabía, dejaron de ir. El peronismo hoy piensa lo mismo del Papa que Durán Barba, no van. Entonces buscan un nuevo fetiche, ahora será la campera Uniqlo, el escenario 3D… No te quedes con las formas, andá al contenido. El contenido es esto, son ocho años de trabajo auscultando la sociedad argentina. Obviamente Durán Barba está contento porque en el fondo, por más que no funcione, es como una especie de homenaje. Se convirtió en el personaje principal de la política argentina en ese sentido. Fijate, un extranjero. El tipo puede agarrar desde Beatriz Sarlo a David Viñas y decir “les gané a todos ustedes, a toda su biblioteca”. “Ustedes se pensaban que eran Francia pero yo vengo con la misma que hago en Perú y funciona”. Tiene algo depresivo su diagnóstico, porque la Argentina se pensaba a sí misma de otra manera.

“Lo que creo que Durán Barba hizo, y eso es interesante, fue interpretar que parte de la sociedad se quería sacar de encima al peronismo”

En una entrevista que diste a Nueva Sociedad hablás de la “chilenización” de la política argentina. ¿Qué implica eso?

Si agarrás un domingo cualquiera de 1972 en Argentina la sociedad que ves ahí es probablemente la menos libre que existió en términos de libertades y la más justa a nivel social. Pero si agarrás un domingo ahora es al revés, tenés la sociedad más libre pero también la más desigual que jamás existió en la Argentina. Finalmente te convertiste en un país latinoamericano normal. Chile es la versión “exitosa” de eso. Vos podés hacer funcionar un país con 30% de pobres, las cosas injustas pueden funcionar. La Argentina de los ‘70 hasta acá se volvió cada vez más desigual, a la vez que más libre, y eso también es Cambiemos, es las dos cosas a la vez. Es el aborto y los 30% de pobres. El modelo derechista estilo Página/12 no existe más. Cambiemos es la hija de la democracia de la desigualdad, no su causa. Un país más desigual da una clase política como la de otros países de Latinoamerica, más elitista, que es un proceso que ya empezó con el último kirchnerismo, donde la clase política se limita a los ocho colegios del AMBA. Cambiemos es hija de eso, no es que lo inventó Marcos Peña. Cuando digo chilenización hablo en algún punto de la derrota política de la clase obrera argentina.

 

¿De una pérdida de poder político por parte de los sectores populares?

Sí, en el fondo sí. El Estado lo suplió un rato con el kirchnerismo. El kirchnerismo en ese sentido, y lo digo a favor, fue un gran simulador. Por esos estos tipos vienen y te dicen “te hicieron creer”. Mantengamos el sueño vivo versus uno que dice “no, no, pero pará, acá está la luz impaga”. La Argentina como un lugar que gestiona la pobreza y no la transforma es algo que viene de hace años, no le hecho la culpa a Cambiemos de eso. El 2001 fue mucho más definitivo de lo que parece. Creo que a eso el kirchnerismo le puso una campana sanguchera, transmutó la crisis, la hizo política, y después las commodities sirvieron para palear un poco, pero en el fondo la sociedad es igual de desigual. ¿Para qué necesitás al peronismo en una sociedad así? La crisis del peronismo viene de ahí, no es solamente una crisis de liderazgo. Me parece que hay una idea que ya terminó.

 

¿No es lo que dice Rodrigo Zarazaga de que hay una base social fragmentada?

Sí, una base social fragmentada y que además no sé si tiene una referencia tan clara en el peronismo hoy. Pero en todo caso lo que digo es que el peronismo era hijo de otra Argentina.

 

No es una cuestión solo de liderazgo. O la idea de con solo la unidad ya está

No. El kirchnerismo le dio un pulmotor al peronismo. En algún punto lo duranbarbizó, lo hizo más clase media, lo llevó a derechos liberales. Quizás al kirchnerismo se le fue la mano en ese sentido, se hizo demasiado así y después construyó una agenda más de centro izquierda, pero también entendía que ya no bastaba con el peronismo, que tenías que ir por otras zonas, porque la estructura más labour de eso ya había muerto. Para mí el peronismo dejó de prometer, dejó de hacer justicia social, para hacer gobernanza propia de un mundo injusto. El problema central es cuando se descubrió que se puede gobernar sin el peronismo. Cuando el peronismo se transforma solo en dador de gobernabilidad, y se descubre que otro puede gobernar, ya no lo necesitás más. De todas formas, yo le caigo mucho al peronismo en el sentido político, en que se burocratizó, se hizo más parecido a lo que quería combatir, pero es un proceso que lo excede. Le pasó a un montón de partidos populares en el mundo, que habían nacido en el mismo mundo y hoy encuentran su límite. Es un proceso a todas luces global, o por lo menos occidental para ser mas preciso. El kirchnerismo fue virtuoso en encontrarle un lugar en ese mundo pero eso ya se terminó.

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Last modified: 14 agosto, 2018

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4 Respuestas a :
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  1. Gastón Boco dice:

    Entiendo la vieja fantasía de que el peronismo está terminado, cosa que se va demostrar como lo que es, una fantasía, en poco tiempo más. Como la fantasía de la globalización, de ser ciudadanos del mundo o del fin de la historia, lo que me llama la atención es esa negación al carácter performativo que tiene la política. Una sociedad es lo que se dice y se hace que sea, no es algo dado que está ahí y puede venir un Duran Barba a descubrir su funcionamiento, eso es una pereza mental total. Si Duran Barba hace la campaña del PO sacá los mismos votos que sacá siempre el PO. El Pro llega al gobierno por el camino largo, es cierto, se construye con paciencia, pero sólo puede acceder en tanto forma parte de los poderes fácticos de la sociedad. El Pro, como cualquier partido político clásico usa la función performativa de la política, crea la sociedad a la que le habla, sólo que puede hacerlo de manera efectiva porque cuenta con la maquinaria simbólica de los medios afines. Se suele decir que se fueron los partidos, y el Pro muestra que lo que volvió es justamente el partido, es lo más parecido a un partido clásico que hay. Liderazgo indiscutido, cuadros ideológicamente formateados, disciplina partidaria, sucesiones ordenadas. Eso muestra la vigencia de los partidos y su efectividad. Se dice que peronismo ya fue porque es un emergente de un mundo que ya no existe, nada más alejado de eso. El mundo desigual de hoy es un retoceso que nos pone en una situación similar, en términos de desigualdad, al momento del surgimiento del peronismo. Después de los momentos de mayor equidad con democracia que se dieron durante la hegemonía de los estados de bienestar, y con el advenimiento de los neoliberalismos, sobrevino un creciente aumento de la desigualdad que se fue cristalizando, eso pone a las sociedades en una posición similar a los momentos en que se gestó el peronismo, sumado a una crisis institucional como fue la década infame. No es casualidad la intervención del Partido Justicialista. A mi entender, este gobierno es una fábrica de peronismo. Muy buena la entrevista y el sitio en general. Saludos

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