¿Cómo se produjo la primera derrota del correísmo en quince años?

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En las recientes elecciones ecuatorianas, el tiempo entre la primera vuelta y el ballotage produjo cambios significativos, que hicieron que Guillermo Lasso revierta la derrota en primera vuelta por trece puntos frente a Andrés Arauz, candidato del correísmo. El fenómeno fue analizado en muchos artículos que enfatizaron lo comunicacional: Lasso triunfó dejando atrás su identidad liberal en lo económico y conservador en lo social; varios mencionaron factores como la participación de Jaime Durán Barba y la influencia de la red social TikTok. Sobre ese proceso conversaron recientemente vía streaming el consultor en comunicación digital Lucas Malaspina y Fernando Dopazo. Aunque sea argentino, Dopazo (44) conoce muy bien el terreno de la política ecuatoriana. Fue parte de los equipos de comunicación de Rafael Correa y de Lenin Moreno, y dirige el Instituto de Artes y Oficios para la Comunicación Estratégica. Además de trabajar en campañas electorales, se desempeña en la comunicación gubernamental y gestión de crisis, y su experiencia en todos estos niveles se desarrolló en México, Honduras, España, Colombia, Perú, República Dominicana y Argentina. A continuación, Bunker reproduce la conversación.

¿Cómo se produjo la primera derrota del correísmo a quince años de su ascenso al poder?

Teniendo en consideración el estado en el que se encuentra el país, lo que fueron los cuatro años de Lenin Moreno y un poco también el desgaste de los diez años de Correa y las consecuencias de dicho desgaste durante los intentos de “descorreización” planteados por el gobierno de Moreno, estamos ante un resultado bastante previsible.

Considerando las realidades de Ecuador, hay que considerar lo estructural, porque es un país fragmentado no sólo en términos de izquierda y derecha, como ocurre en otros países de América Latina, sino también por fuertes clivajes regionales entre costa, sierra y Amazonía, entre lo nuevo y lo viejo. A todo esto, hay que sumarle la puja entre el correísmo y el anti correísmo de la última década y media. Hay otras cuestiones que se cruzan en el camino, como la fractura entre el mundo rural y el urbano, un indigenismo con una cultura comunitaria que en muchas ocasiones no acepta la idiosincrasia de la estatalidad. Esto último siempre estuvo muy presente, con menor o mayor intensidad reflejada en términos políticos, pero que tuvo en Pachakutik a un movimiento indígena que se expresó a través de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) y en la candidatura de Yaku Pérez en primera vuelta. 

A todos estos elementos estructurales de la vida política y social ecuatoriana se le suma la coyuntura de crisis sanitaria. La gestión de la pandemia COVID-19 por parte del gobierno de Lenin Moreno fue de las peores del continente a la hora de dar respuestas sanitarias y económicas a la pandemia. También se suma una fuerte crisis económica que no era consecuencia de la pandemia, sino que venía arrastrada desde el primer año de gestión de Moreno. Y como si esto fuese poco, hay que agregar una crisis de gobernabilidad que data desde el inicio del proceso de “descorreización”, más precisamente en la fractura de Alianza País y la pérdida del apoyo parlamentario del correísmo para Moreno.

“Por el estado en el que se encuentra Ecuador, lo que fueron los cuatro años de Lenin Moreno y un poco también el desgaste de los diez años de Correa, estamos ante un resultado bastante previsible”

Todo este escenario ganó en profundidad hasta que estalló todo en las manifestaciones de Octubre del 2019. Así fue como se llegó a un proceso electoral que demandaba cambio, y esas alternativas de cambio eran claras: Andrés Arauz, ungido por Rafael Correa, como candidato de UNES; la fuerza de Guillermo Lasso, aglutinando el espacio de centro-derecha más tradicional del Ecuador, de la mano de CREO, SUMA y el Partido Social Cristiano, siendo este último uno vinculado a la costa ecuatoriana; en menor medida, aquello que se podía prever a partir de las manifestaciones del 2019, tenemos a Pachakutik con Yaku Pérez a la cabeza, como expresión política del movimiento indigenista; y en cuarto lugar, una candidatura que pocos tuvieron en cuenta y que terminaría siendo una sorpresa como la de Xavier Hervas, candidato independiente, empresario que en algún momento había sido cercano al correísmo, y que terminó siendo el hombre fuerte de la Izquierda Democrática, un partido vinculado a la sierra ecuatoriana, social demócrata de la tercera vía de finales de los ‘90 y principios de los ‘00. Él terminaría siendo la gran sorpresa al llegar al 15% de los votos. 

Más allá de alguna discusión post-primera vuelta entre Pachakutik, Lasso y Hervas respecto de quién pasaba a la segunda vuelta, ante todo por el 0,25% de diferencia entre Lasso y Pérez, lo que queda es la interpretación del ballotage en cuanto a la mejor campaña de Guillermo Lasso y se debe comenzar por desgranar los desafíos que ambos candidatos tenían por delante con el objetivo de crecimiento como el primordial. 

Uno puede decir que los dos comenzaban con pisos muy altos y techos relativamente bajos, pero de cara a una segunda vuelta, vos tenés la obligación de ampliar tu abanico. Y ahí me parece que el acierto de Lasso ‒cambió su equipo de campaña, pero no voy a hacer valoraciones pues tengo un aprecio personal y profesional por muchos de los que estuvieron en primera y segunda vuelta con él- fue despolitizar gran parte del mensaje. Salió del discurso de liberalización y del estado corriéndose de ciertos servicios, además de quitar del medio el framing “si gana el populismo de Correa, Ecuador va a ser Venezuela”, algo de lo que se habló mucho en la primera vuelta. 

Y para llevar adelante esto, fueron muy importantes dos cuestiones: el uso de determinadas herramientas como TikTok, por un lado, y la incorporación al equipo de Lasso del jefe de campaña de Hervas, que había sido el candidato más despolitizado, el que más apostó a la post-política, apuntando a sectores jóvenes urbanos más lejanos a la política tradicional. Por otro lado, también encontró un mensaje importante de cara a ese Ecuador dividido. Hablamos de “El Ecuador del Encuentro”, una apuesta por unir las piezas del rompecabezas ecuatoriano, tanto desde su discurso histórico como desde la coyuntura. 

Por el lado de la campaña de Arauz, debo decir que Andrés es una persona muy joven que fue Ministro de Coordinación y Talento Humano durante los últimos dos años de Correa en el poder, pero tuvo el problema de haber sido ungido por Correa, lo que generó la sensación de que el ex-presidente estaba en las sombras.

EFE/Santiago Fernández
Nunca pudo ganar vuelo propio.

Y si lo pudo hacer, lo hizo a medias o con falencias. Hay que entender que el correísmo fue un movimiento que nunca se institucionalizó, que siempre fue una alternativa popular de izquierda. Y me atrevo a decir que mucho más popular que de izquierda tradicional, con un Rafael Correa que era el eje central de ese sistema solar, algo problemático en cuanto a sistema, porque cuando estás muy lejos te morís de frío y cuando estás muy cerca te terminás achicharrando. Un sistema donde difícilmente en los años de apogeo del presidente Correa uno podía tener luz propia, ya fuese como asambleísta o como ministro. Esto en algún momento se intentó hacer con la candidatura de Lenin Moreno, y la evidencia demuestra que no salió demasiado bien debido al intento de independencia absoluta por parte de Lenin. 

El correísmo venía de todo este proceso y tenía como antecedente diez años de una tecnocracia muy vinculada a la gestión, algo que digo con una connotación muy positiva. Un movimiento popular con una figura central, pero con funcionarios con muy poca capacidad de articulación política. Los diez años del gobierno de Correa no mostraron una gran capacidad por parte del gobierno a la hora de construir política o de establecer alianzas más allá del propio espacio correísta. 

¿Siempre hubo conflictos con el movimiento indígena, con la CONAIE?

Siempre hubo tensiones entre el discurso popular del correísmo y la realidad de la gestión. Hay tres puntos clave de tensión y de disonancia entre discurso y realidad: el primero, el hecho de que en el correísmo hay asambleístas y altos funcionarios provenientes del indigenismo, pero el correísmo es un movimiento estadocéntrico. El indigenismo ecuatoriano reivindica cuestiones culturales y de idiosincrasia previas a la existencia del estado de Ecuador. Ahí uno encuentra una cuestión de disonancia con el mundo indígena, algo que se hizo presente con mucha más fuerza en los últimos años de gobierno de Rafael Correa. El segundo punto tiene que ver con lo ecológico. Un indigenismo muy defensor de la Pachamama y un gobierno que a la hora de obtener recursos ‒algo que sucede cuando se está en el gobierno y hay que financiar al aparato estatal- se centró en la minería y en los hidrocarburos, entrando en conflicto con esta visión. Un tercer eje fue planteado por Yaku Pérez en la primera vuelta. Fue algo acertado a la hora de mostrar las contradicciones y tensiones del correísmo: la idea de un Ecuador anti-imperialista yanqui pero imperialista chino. Dentro de esta discusión geopolítica en la que Latinoamérica es objeto o parte de la disputa entre Estados Unidos y China, Ecuador apostó durante los años de Correa a la cercanía con China antes que con los EEUU.

“Ecuador es un país fragmentado no sólo en términos de izquierda y derecha, como ocurre en otros países de América Latina, sino también por fuertes clivajes regionales entre costa, sierra y Amazonía, entre lo nuevo y lo viejo. A todo esto, hay que sumarle la puja entre el correísmo y el anti correísmo”

En sus últimos momentos como presidente, Trump decidió apoyar económicamente a Ecuador luego del viraje discursivo e ideológico de Lenin Moreno. Una de las cláusulas de ese acuerdo era que Ecuador bloqueara la inclusión de Huawei dentro de la red 5G de telecomunicaciones a nivel nacional. Este debate geopolítico está dentro del mapa político ecuatoriano de forma constante.

Pero además ahí hay algo importante. Mencionás la gestión del presidente Moreno, y hubo algo que se empezó a mencionar en la primera vuelta y en la segunda se profundizó aún más: Lenin Moreno va a salir del poder como el peor gobierno de la historia, ¿pero quién se hace responsable de ese gobierno? Rafael Correa le dio legitimidad de origen, lo llevó a la presidencia y le dio todo el aparato de Alianza País. Lasso cogobernó, sus asambleístas con la excusa de la “descorreización” aprobaron y sostuvieron todas sus medidas. Y ahí creo que, ante los silencios de Lasso y algunas figuras que fueron importantes con Correa pero que siguieron siendo fuertes durante el morenismo, todo se terminó convirtiendo en una serie de contradicciones que pasaron factura.

Una última falencia histórica del correísmo, no ya de la campaña de Andrés Arauz, fue la excesiva miopía a la hora de comprender los cambios que generó dentro de la sociedad ecuatoriana. Los procesos de izquierda o centro-izquierda de América Latina a inicios de la década generaron un enorme proceso de ascenso e inclusión social de una nueva clase media que si bien estuvo muy pendiente de la figura paternal del estado, en determinado momento alcanzó la mayoría de edad. A veces lo digo en broma, pero el Ecuador de los primeros años de Correa era un niño de ocho, nueve, diez años, que ve la figura paternal y ve a un héroe. No le cuestiona nada, porque Rafael era ese héroe que se enfrentaba a los medios de comunicación, a los banqueros, a la partidocracia en la sabatina, con esas cadenas nacionales de los sábados en las que explicaba la agenda de la semana y marcaba la agenda pública de la semana entrante. 

Fernando Dopazo

Pero el Ecuador de los últimos años de Correa es un adolescente. Y un adolescente empieza a cuestionar todo: llega el viernes y querés salir con tus amigos, papá te dice que no le arruines el auto y vuelvas a las dos de la mañana. La respuesta del adolescente es “papá, hago lo que quiero”. Estamos ante un ciudadano mucho más autónomo, que considera que el estado ya no tiene que estar articulando ciertas cosas. Y eso, sobre todo en los grandes centros urbanos, en los últimos dos años de Correa comenzó a generar mucha tensión. Por eso, aún con un candidato como Lenin Moreno, no tan duro como Correa, la segunda vuelta de aquella elección se complicó bastante, lo que probó la importancia de Correa y la debilidad de la institucionalización del correísmo como fuerza política. Alianza País, que venía gobernando hace más de diez años, fiscalizó cerca del 75% de las mesas electorales. No era tan dueño de la política territorial ecuatoriana. Si a eso, que fue consecuencia de una década de gobierno y la idea de la cooptación del aparato estatal, se le suman los cuatro años de desgaste de Moreno, de persecución a figuras del correísmo, de estar en la picota negativa durante todos los días… Bueno, por algo Correa no fue candidato a vicepresidente de Andrés Arauz y se optó por Carlos Rabascall, un periodista independiente con algún grado de vinculación al correísmo, pero no de su riñón. Aquí uno entiende por qué se fueron dando las situaciones que llevaron a que la campaña de Guillermo Lasso haya sido, de cara a la segunda vuelta, mucho más eficiente. 

Un elemento adicional es el enfoque de la campaña. Lasso optó por la idea de un Ecuador unido. Propuso un horizonte diferente, mientras que la campaña de Arauz tuvo que ver con la recuperación del pasado en contraste con la idea de “Lasso banquero”, una idea desgastada tras doce años de haber sido utilizada ‒Lasso intentó tres veces llegar al poder. Todos los negativos de Lasso ya estaban, se repitieron, lamentablemente no se creó un contraste nuevo que lo posicionase como una amenaza para los ecuatorianos. O por lo menos, los ecuatorianos no la interpretaron como tal. 

En este sentido, es clave que no haya habido, por esta visión más tecnocrática de lo estatal por parte de Correa, un movimiento con cierta capilaridad, como los de Chávez o Evo Morales. ¿Cuál fue el impacto del viraje de Lenin Moreno y la salida de la gente a las calles? ¿Influyó en la configuración del mapa electoral y el desenvolvimiento de la elección?

Creo que el por qué de la no traducción en la segunda vuelta del 67% del progresismo en la primera vuelta tiene que ver con el estilo de liderazgo y la falta de capacidad o vocación de articulación política de Correa. Esto limitó la posibilidad de ampliar la base de sustentación para la segunda vuelta. De hecho, ante ese escenario, el movimiento indígena se separó y uno de los líderes terminó apoyando a la candidatura de Arauz, pero la decisión mayoritaria de Pachakutik y de Yaku Pérez fue la de pedir el voto nulo. Y el voto nulo tuvo una cantidad histórica a nivel nacional. Por el lado de Hervas pasa algo muy particular, ya que él llama a la libertad de acción, más allá de que él a título personal anunció que iba a votar por Guillermo Lasso. 

“Tenemos estados emparchados que solucionan cosas a medias o que directamente no las solucionan. Históricamente, metimos los problemas debajo de la alfombra; vino la pandemia, la levantó y quedó todo en evidencia. Esto también sucedió en Ecuador”

Da la sensación que, de cara al futuro, a la posible construcción de gobernabilidad, el escenario es complicado. Hay una primera minoría que sigue siendo el correísmo, visto por otros actores como un tío pesado al que nadie quiere invitar a la fiesta. Pero del otro lado, esas fuerzas que están en el medio tienen el desafío de acercarse o no a la figura de un nuevo presidente con el condicionante fuerte de tener doce o trece legisladores propios, algo que hace imposible la garantía de gobernabilidad. También hay que considerar lo que se ve en toda América Latina: la pandemia visibilizó las precariedades existentes. Tenemos estados emparchados que solucionan cosas a medias o que directamente no las solucionan. Históricamente, metimos los problemas debajo de la alfombra; vino la pandemia, la levantó y quedó todo en evidencia. Esto también sucedió en Ecuador y lo hizo luego de tres o cuatro años de muy elevada conflictividad política. La tensión y la polarización estaban muy por encima de la media o de lo que la sociedad suele tolerar, algo que se arrastra desde los dos años finales de la presidencia de Correa.

Así, llegamos a un presente en el que el ciudadano promedio está harto de la pelea, de la polarización y de la discusión de lo abstracto en medio de una situación personal que le impide pensar a largo plazo. Necesitan respuestas en este mismo instante. Y ese temor por parte de sectores medios del Ecuador, de quienes podrían haber llegado a la segunda vuelta con cierta indecisión, los llevó a decir “Rafael, yo te quiero, fuiste un gran presidente durante muchos años, pero ya está”. Es en este momento en el que entra otro problema de la política latinoamericana, uno que alguna vez se lo escuché a Felipe González cuando estudiaba en España. Dijo algo así como que “el gran problema es que ninguno se quiere jubilar”. Salvo la clase dirigente uruguaya, no hay países en nuestro continente que tengan una clase política que quiera dar por finalizada su etapa. 

Eso, cuando estás en pleno apogeo puede ser una solución, porque sirve para tapar la falta de institucionalidad en tu espacio político, para esconder la poca generación de nuevos cuadros políticos. Pero en épocas de vacas flacas termina siendo un enorme problema del cual lamentablemente no podemos salir, a menos que hagamos las cosas de una manera diferente. 

Getty Images
El problema de los balotajes es que se gana con votos que no fueron captados en la primera vuelta. Frente a eso, con ciertos cambios se los pueden ganar. Por otro lado, habrá un gobierno en plena pandemia que tendrá que afianzar lo logrado de forma furtiva ¿Cómo se puede conseguir esto desde la comunicación de gobierno, tanto en Ecuador como en todo el continente?

Suelo dividir la comunicación política respecto de la pandemia en dos: el primer momento, en el que primó el discurso de estar en guerra, vayamos todos detrás del líder que nos va a cuidar. Esto duró entre dos y cuatro meses, hasta que se empezó a erosionar, pero en los primeros momentos la popularidad global de primeros ministros y presidentes era muy elevada. Hasta el mismo Lenin Moreno consiguió ganar aprobación en Ecuador.  

Pero luego llega el desgaste, la incapacidad por parte de la sociedad de tolerar los confinamientos, las faltas de respuestas definitivas, en un mundo en el cual la regla es la volatilidad, la imprevisibilidad y la incertidumbre, pero en el que nosotros como seres humanos exigimos la existencia de determinadas certezas, aunque sean las mínimas. Y ante esa necesidad, la incapacidad de los gobiernos de dar certezas en todos los ámbitos: en algunos casos por falta de estrategia y en otros, porque la pandemia no te lo permite. 

Y después sí, hay casos en los que hay gobiernos que combinan soberbia y cansancio. De pedagogía poco y de altanería mucho, algo para lo que claramente no es el momento. Pero es una situación que se extiende a todo el mundo y que tiene en muchos lugares de América Latina la visibilización de los aparatos estatales a la hora de dar respuestas. En términos de nuestras falencias, nos encontramos con los países que realmente somos y no con los que creíamos que éramos. Esto no se lo achaco solamente a quienes tienen la responsabilidad de gobernar, sino también a la ciudadanía en su conjunto y más en particular a nuestras clases dirigentes, sin distinción de banderas políticas, que tienen fuertes debilidades a la hora de conducir a las sociedades.

No hay que dejar de lado que, en los tiempos que corren, la representatividad o el contrato que nos liga con la política es muy efímero. Baumann diría que es demasiado líquido, pues es un sistema pensado para el siglo XIX con sociedades del siglo XXI en muchas formas de accionar y de pensar. Pero esas mismas sociedades, o sectores de ellas, todavía viven en el siglo XVIII en términos de acceso a bienes y servicios, lo cual deja en claro que de una ensalada de tal magnitud es difícil que algo salga relativamente bien. 

Te diría que más que complejo, es imposible. Hay gobiernos que lo intentan y otros que perdieron la vocación de intentarlo, que bajaron los brazos y admitieron la derrota. Veremos que es lo que surge del acostumbramiento de los ciudadanos a convivir con la pandemia en lo que refiere a la aprobación de las gestiones, más allá de los procesos de vacunación. Procesos que, producto de la geopolítica, del peso que tiene América Latina en el mundo, va a ser lenta. No esperemos otra cosa, es lo que somos en el mundo. Con esto no quiero decir que hay que resignarse, pero es imposible dar otra respuesta para mejorar la efectividad más allá de la propia clase dirigente en cuanto a mínimos acuerdos y de pedagogía para lograr que la gente aguante.

Foto de portada: REUTERS/Santiago Arcos

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Last modified: 6 diciembre, 2021

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