Pedro Castillo resultó vencedor en el ballotage de Perú frente a Keiko Fujimori. Sin embargo, la inestabilidad es hace varios años moneda corriente en un país con la desafección política más alta de la región. Castillo es un sindicalista docente de izquierda, con fuerte apoyo de la población rural. Su irrupción se dio casi sin tener presencia en las redes sociales, a través de una campaña fuertemente territorial y tradicional. La pregunta que debemos hacernos es: ¿cómo llegamos a este escenario tan disruptivo?
Reproducimos una conversación vía streaming entre Maximiliano Aguiar, consultor político y sociólogo, y Lucas Malaspina, consultor en comunicación política digital. Maximiliano Aguiar es argentino y dirige la consultora Acierto. Asesoró a los ex presidentes Pedro Pablo Kuczynski y Martín Vizcarra. Galardonado con los premios al consultor político del año por ALACOP y a la mejor campaña electoral y al consultor político del año en los Napolitan Victory Awards, Aguiar desarrolló su trabajo en Chile, México, Venezuela, Ecuador, Panamá, Honduras, Costa Rica, República Dominicana y Argentina
La elección en Perú se desarrolló entre dos candidatos que medían poco en las encuestas, sobre todo Pedro Castillo, quien surgió en un pelotón bastante lejano en la primera vuelta y que finalmente terminó venciendo a una Keiko Fujimori mucho más conocedora de este tipo de situaciones ¿Qué opinás de la situación que vive Perú a partir del ballotage?
El escenario que se presentó en Perú es uno de mucha polarización, resultado de una fragmentación que comienza hace ya muchos años. La parte que me tocó vivir de cerca, las campañas de PPK y luego la campaña y presidencia de Vizcarra, fue una etapa enormemente traumática que derivó de un país que estaba partido en ese entonces. Keiko Fujimori llegó con el 39% de los votos contra el 21-22% de PPK, por lo que se dio un proceso de polarización muy fuerte en la segunda vuelta, algo que suele suceder en casi todos los países. Finalmente la diferencia en favor de PPK fue solo de 41.000 votos y Keiko se negó inicialmente a aceptar el resultado.
Es más, no solo no reconoció la derrota, sino que dio pie a una etapa de mucho conflicto entre un fujimorismo con mayoría en un congreso unicameral que se define en primera vuelta. Tenía una mayoría absoluta aplastante y eso llevó a un proceso de obstrucción total por parte de su partido político en alianza con el APRA, algo que llevó a que muchos ministros se terminasen bajando. Al ser un presidencialismo atenuado, en Perú el congreso tiene mucha más fuerza que en otros países de Latinoamérica, por lo que empujó a PPK a una renuncia simplemente inevitable. Vizcarra asumió y el APRO-Fujimorismo creyó que iba a ser un títere de ellos, pero cuando comenzó a plantear una reforma del sistema político y del sistema judicial terminó enfrentado con ellos. Lo que siguió fue la conocida disolución constitucional del congreso.
“La convulsión no es actual, es algo que viene de arrastre desde hace muchos años y que posee este sistema de partidos completamente explotado y definido como uno de los más débiles de América Latina”.
Esto está bueno para mencionarlo una vez más: Perú es un país con un sistema muy diferente al que hay en otros países de América Latina, podríamos decir que tiene características semi-parlamentarias.
Exactamente. Se llama un “presidencialismo atenuado”, pero lo cierto es que tiene varias características de los sistemas parlamentarios. De hecho, para que un gabinete del Poder Ejecutivo entre en función, tiene que ser aprobado por el congreso, algo que no sucede en ningún otro país de la región. El congreso puede definir ministros por mayoría y el presidente está obligado a sacarlo; si decide no hacerlo, eso se llama “presentar cuestión de confianza” –pues en la política un ministro es fundamental–, pero el congreso puede insistir en su remoción. Si insiste en sacar a ese ministro, se cae todo el gabinete.
Eso fue lo que sucedió con PPK y con el gabinete Zavala: se había bajado a un ministro de Educación, se bajó luego a una segunda ministra de Educación, se presenta “cuestión de confianza” y se cae el gabinete. Pero la Constitución de Perú marca un equilibrio en el cual eso lo puede hacer el congreso una sola vez; a la segunda vez el presidente está facultado constitucionalmente para disolver el congreso. Esa es un poco la lógica imperante, algo que lleva a una muy elevada tensión institucional, pues se comienza una discusión acerca de la validez de la decisión y de la “cuestión de confianza”. Pero se disuelve, se llama a elecciones y se forma un nuevo congreso. Este mismo congreso es el que luego lo saca a Vizcarra del poder por una causa que tenía cuando era gobernador regional de Moquegua que todavía no había llegado a juicio siquiera.
Todo ello deriva en el golpe de estado de Merino que dura una semana aproximadamente y genera que la gente salga a las calles. Termina asumiendo Sagasti y comienza este proceso electoral con nuevo presidente en medio de una pandemia con resultados de participación bastante pobres. El proceso de vacunación contra el coronavirus fue bastante complejo y de los menos exitosos en la región. Y dentro de este contexto de crisis sanitaria y económica como la que vivió toda Latinoamérica –pero más dura debido a una cuarentena muy estricta–, asume Sagasti para conducir una nueva etapa en estas elecciones. Como verás, la convulsión no es actual, es algo que se viene de arrastre desde hace muchos años y que posee un sistema de partidos completamente explotado y definido como uno de los más débiles de América Latina. El resultado final fueron 18 candidatos presidenciales, algo que generó una enorme dispersión del voto y que llevó a que quedasen enfrentados dos candidatos pertenecientes a los dos extremos político-ideológicos. A la izquierda Perú Libre y a la derecha Keiko Fujimori. Pero en toda esta etapa previa, aparecía una figura como la de George Forsyth, un liberal moderado más bien de centro, también alguien como Johnny Lezcano de Acción Popular…Pero nadie veía venir en las encuestas hasta la última semana a Pedro Castillo. Yo tengo mis dudas respecto de si creció o de si las encuestas con tamaños muestrales pequeños no estaban midiendo las zonas en las que Castillo tenía un firme andar ¿Por qué digo esto? Porque creo que es muy difícil que alguien crezca más de 15 puntos en una semana sin tener un enorme acceso a los medios masivos de comunicación y a las redes sociales. Creo que ampliando las muestras se detectó una figura que aparecía con mucha fuerza, sobre todo en las regiones más rurales del Perú.
Creo que además es un fenómeno sumamente interesante para analizar en términos de comunicación política. Porque en una época en la que hay un coro de consultores políticos diciendo que el camino son las redes sociales, Castillo crea su Twitter en febrero (risas).
Esto sin dudas es un hecho muy interesante. Uno está acostumbrado y trata de entender de forma crítica cuál es el rol que poseen las redes sociales en cada elección, porque sin dudas que no es una receta. Pero esto de alguna manera puso en debate el tema de la influencia e importancia de las redes, lo cual llevó a un debate acerca de si “no lo vimos porque Perú no son las redes sociales” o si en realidad lo que pasa es que estaban viendo una burbuja que les impidió ver a Castillo, quien estaba presente en redes sociales muy diferentes que las predominantes en la parte más cosmopolita de Lima.
Exacto. No lo captaban porque no tenían acceso o porque los medios masivos están muy centrados en Lima. No lo vieron las redes sociales porque su estrategia no estaba basado en ello y tampoco lo vieron venir casi por ningún lado. Era un candidato que no estaba y que de repente aparece en la última semana. Todo esto al punto de que, cuando se dan los resultados de la primera vuelta, la CNN no tenía ni siquiera la foto de Castillo. Ese era el nivel de invisibilidad de ese candidato.
Del otro lado había candidatos de extrema derecha como Rafael López Aliaga –que parecía que crecía enormemente– y, por el otro lado, Keiko Fujimori, quien arrastraba un porcentaje impresionante de anti-votos, fuertemente resistida por su activo papel en la obstaculización del poder en el período presidencial anterior. Todo ello al punto de que la campaña de 2016 estaba centrada en Keiko, pues ella suponía que el fujimorismo clásico planteaba un límite que ella podía superar de la mano de Fuerza Popular, un partido muy anclado territorialmente y un desarrollo en ese sentido muy interesante. Lo que había hecho Keiko en los últimos cinco años había llevado a una baja muy fuerte en su imagen, algo que la llevó a perder dos de cada tres votos que había obtenido en 2016. Aún así llegó a la segunda vuelta, con un 13% muy lejano al 39% que había obtenido cinco años atrás.
Algunos colegas hablan del mal estudio del alcance de los medios en Perú o el mismo acceso a internet. Claro que es cierto, pero además creo que es una lección de humildad: los consultores políticos debemos ser más humildes y pensar que nuestra contribución es una que se da en el marco de procesos sociales que nos exceden. Las campañas no se ganan con TikTok, no se ganan con redes sociales, se ganan en la medida en que un candidato es capaz de representar las necesidades de ciertos sectores sociales de una manera eficiente. Claro que las redes sociales y los medios masivos son herramientas muy útiles, pero la campaña de Castillo se basó en un contacto capilar en las regiones más postergadas del Perú y ello termina representando un voto ante todo rural, de provincias, anti-establishment. Finalmente llega al balllotage con casi un 19% de los votos y una diferencia importante respecto de la segunda, Keiko Fujimori, quien por algunas centésimas pasó a la segunda vuelta.
Esto abre una nueva etapa.
Esto fue la etapa de la fragmentación. Ahora vamos a la etapa de la polarización. Lo que sucede en estos momentos es que, aunque las minorías extremas sean muy militantes, tienen una mayor potencialidad de pasar a segunda vuelta. Y lo que se termina encontrando son los dos grandes miedos del Perú: por un lado, la derecha autoritaria, representada por Keiko Fujimori y, por el otro, la izquierda casi cercana al socialismo, al marxismo-leninismo, como quisieron plantear en la campaña de Castillo. Y yo te diría que es un candidato ideologizado desde la improvisación. Una breve historia de Pedro Castillo: un maestro rural, representante gremial de S.U.T.E.P que se hace conocido en una huelga masiva en el año 2018 y que, casi a último momento, se une a Perú Libre que tenía un candidato con una matriz mucho más marxista –con un plan de gobierno muy específico– que no se pudo presentar por problemas legales.
A todo esto, la cuestión que me parece muy interesante en este contexto es que Keiko Fujimori sigue con serios problemas legales dentro del país, algo que la llevó a estar presa, a mi juicio, injustamente, más allá de que no sea para nada fujimorista. Es cierto que la justicia abusa de la prisión preliminar en Perú, por lo que Keiko Fujimori pasó 18 meses presa sin tener una denuncia firme ante la justicia. Esto es lo que en Argentina nosotros conocemos como lawfare y en Perú tiene una dimensión que es verdaderamente preocupante. La justicia es un monstruo de mil cabezas, tiene una dinámica tan compleja en su interior que termina generando que parezca que todos van en contra de Humala primero y luego de Fujimori. Después una ofensiva judicial contra Vizcarra, que se detiene en el momento en el que renuncia a la presidencia. Es decir, si Perú quiere resolver esta problemática tan compleja, va a tener que tomar decisiones respecto de la justicia en términos políticos.
“En la elección compitieron lo que los consultores entendemos como las campañas que funcionan siempre, frente a una de las campañas que nosotros creemos que fracasa siempre. Y la que terminó ganando fue la segunda, así que esto llama a que seamos un poco más humildes en nuestras apreciaciones”.
Es importante reponerlo porque quizás uno no toma dimensión de lo que significa todo esto. Hablamos de Keiko encarcelada unos meses antes de ser candidata a presidenta, así como también tenemos a Alan García, un ex presidente que se suicidó y que también fue perseguido judicialmente. Lo mismo aplica a Humala y con Toledo, entonces tenemos frente a nosotros una situación de inestabilidad total que va destruyendo poco a poco el funcionamiento de los partidos en su capacidad de representar de manera organizada. No llegamos de casualidad a esta situación, claro está, todo se encadena con el Lava Jato y las denuncias por el tema Odebrecht.
Exactamente. Y en ese contexto, llegamos a una segunda vuelta electoral en la que se activan los principales miedos que existen en el Perú. Todo esto lleva a que, luego de la fragmentación –y en un país en el que justicia y política tienen un entramado muy complejo y donde las denuncias se procesan primero en los medios masivos de comunicación y luego en la justicia–, se genere una enorme tensión en virtud de los miedos, sobre todo de la clase media, clase alta, limeña, urbana, conectada con el mundo, etc. No solo la derecha más rancia te diré, me he encontrado con amigos que estuvieron en la campaña de PPK y que finalmente decidieron apoyar a Keiko Fujimori, algo impensable en otra circunstancia. Se da un escenario en el que los dos llegan al ballotage enfrente del único candidato al que podían ganarle: Keiko Fujimori perdía con cualquier que se presentaba frente a ella salvo Pedro Castillo y creo que el mismo Castillo perdía con cualquier otro que no fuese Fujimori.
Esta situación es muy particular, ya que se enfrentan un candidato desconocido y una candidata con un nivel de anti-voto muy fuerte. Esto activa, al mismo tiempo, los miedos de la derecha limeña y de un sector del Perú muy opuesto al fujimorismo. Pero creo que Castillo es interesante porque representa a ese Perú que no se ve ni desde Lima ni desde el exterior. Representa a ese Perú postergado, a ese Perú que se quedó afuera del crecimiento y estabilidad económica que todos admiramos en el continente. También representa a la riqueza étnica de todo el país. Una riqueza étnica muchas veces negada por una elite que no toma en cuenta las reivindicaciones económicas y culturales de una enorme variedad de pueblos originarios siempre alejada de las decisiones políticas. De toda esta combinación es de donde surge Castillo y cuando uno ve la distribución geográfica del voto, es sin dudas alucinante.
¿Por qué?
Yo viví en San Isidro, una zona de Lima en la que Keiko ganó 86 a 14. En Puno ganó Castillo creo que 85 a 15 y de aquí sale la pregunta de por qué una elección tan disputada tiene diferencias tan marcadas en lo geográfico. La razón es porque representan dos modelos completamente diferentes y eso lo considero clave para analizar lo que está sucediendo. Ni hablar del hecho de que fue una campaña enormemente desigual: Keiko Fujimori llevó adelante una campaña millonaria con todo el apoyo de las elites y de los medios masivos de comunicación, contra una campaña en la que el candidato siempre fue muy maltratado en los medios en cada aparición que realizaba.
Una campaña con un nivel de desigualdad gigantesco en la segunda vuelta, a excepción de la inversión publicitaria que por primera vez, a partir de la reforma política de 2019, estuvo regulada por el Estado. Pero todo lo referido a redes sociales, carteles en vía pública, etc. fue en extremo desigual. Lo que generó esto fue algo que los consultores entendemos como las campañas que funcionan siempre, frente a una de las campañas que nosotros creemos que fracasa siempre. Y la que terminó ganando fue la segunda, así que esto llama a que nosotros seamos un poco más humildes en nuestras apreciaciones y que entendamos que la historia y que los movimientos sociales juegan un rol fundamental. Si bien nuestras opiniones pueden tener un papel más o menos relevante, es sin dudas subsidiaria a los procesos sociales en los que se inserta. Mientras nosotros discutíamos si se podía ganar sin TikTok, Perú nos pasó por encima. Y eso lo considero muy interesante.
¿Qué pasó el día del ballotage?
Determinado el resultado electoral en una campaña en la que se agitaron los miedos de una manera impresionante, el problema que queda a posteriori es que el boca de urna da por ganadora a Keiko por un margen muy estrecho. Acto seguido, sale Castillo a decir que hay que estar vigilantes en las calles para cuidar el resultado y Fujimori sostiene que se tienen que respetar dichos resultados. Dos horas más tarde, finalizado el conteo rápido, los roles se invierten, porque siendo ganador ser demócrata es muy simple. Cuando realmente vale es cuando uno pierde y esto marca el intenso bombardeo que ha hecho el fujimorismo en estos últimos días respecto del proceso electoral. Considero igualmente que estamos hablando de un grupo social que excede al fujimorismo, muchos de los que votaron a Keiko no son partidarios suyos.
El objetivo de este accionar es muy similar al ejecutado por Donald Trump en la reciente elección de los Estados Unidos: primero, se busca revertir el resultado presentando una gran cantidad de impugnaciones con la intención de eliminar muchísimas mesas del interior en donde Keiko perdió para revertir esos votos de diferencia; segundo, accionando mecanismos internacionales, con ex presidentes de derecha apoyando la posición fujimorista; y finalmente atacando al jurado con un sinfín de recursos legales. De mínima, lo que se busca el fujimorismo es deslegitimar la llegada al poder de Castillo y de máxima revertir el resultado electoral.
A pesar de todo, aquí juega a favor de la estabilidad el hecho de que el fujimorismo ya no posea una mayoría absoluta en el congreso, sino que posee algo más de veinte congresistas. Aunque quisiera obstruir al presidente, tendría ciertas dificultades operativas para llegar a su objetivo. Y del otro lado hay una enorme cantidad de dudas y de preguntas acerca de Pedro Castillo, punto que considero como un elemento central del asunto. La pregunta es: ¿qué va a hacer Pedro Castillo en caso de llegar al poder?
Volvamos un poco más atrás. Cuando se produce el golpe contra Vizcarra, ¿cómo creés que impacta el involucramiento de la llamada Generación del Bicentenario? Una generación que en la teoría poseía un nivel alto de desafección política en cuanto al debate de los destinos del Perú. También quería preguntarte si ves que exista un candidato que exprese el descontento de dicha generación.
Yo no estaba como observador en ese momento, lo estaba mirando desde Argentina. Pero no creo que exista una juventud apolítica, sino una que es apartidaria en un sistema de partidos que está podrido hace muchísimo tiempo. A diferencia de la Argentina y hasta de Chile –y en general de todo el continente– el sistema de partidos de Perú es el más débil. Hay muchos partidos que han perdido su sentido inicial, que se han descompuesto. Y hay que decir que uno de los partidos que sigue en pie es Fuerza Popular, creado por Keiko Fujimori en 2010. En ese contexto se da un nivel de resistencia que venía desde hace mucho tiempo: si los congresos son resistidos en Latinoamérica, en Perú siempre lo fueron menos porque, debido a una cuestión constitucional, allí está sobrevalorada la potestad de control del Congreso. Entonces termina siendo una especie de jurado político permanente del poder de turno, por lo que ambos poderes se traban entre sí en lugar de ir juntos hacia adelante, de generar una agenda proactiva aunque no sea la misma que la del Poder Ejecutivo.
Esto creó una enorme resistencia de los peruanos, que celebraron el cierre del Congreso y luego salieron a las calles a enfrentarlo a pesar de haberlo votado algunos meses antes sin demasiado interés. Cuando el Congreso decide desplazar a Vizcarra con argumentos más que discutibles, lo que pasó fue una salida de la ciudadanía a las calles, pues consideraban esto una verdadera locura política. Salen en masa los ciudadanos jóvenes, la Generación del Bicentenario, a resistir dichas políticas y todo deriva en una semana de represión brutal –con heridos y muertos– a lo largo de una semana por parte del gobierno dictatorial de Merino. Su salida fue absolutamente lógica y el Congreso se vio obligado a elegir a un candidato que no hubiese apoyado la vacancia de Vizcarra, surgiendo aquí Sagasti. Paradójcamente, el propio partido –el Partido Morado, más urbano, más limeño– se termina perjudicando ante los constantes ataques de las otras fuerzas políticas. Por asumir la presidencia, Sagasti no no pudo presentarse en la lista del Partido Morado a las elecciones tal como estaba previsto.
Es interesante que el gobierno de Sagasti esté siendo reivindicado por los peruanos en este momento, pero algo similar sucedió con el gobierno de Paniagua. Los peruanos son muy indulgentes con alguien que ya no posee poder político: a Sagasti lo atacaron duramente hasta que pierde Guzmán y de allí en adelante ya no era tan malo. Con pocas expectativas y habiendo comprado las vacunas que no pudo comprar el gobierno de Vizcarra –por muchas razones, desde probables de gestión hasta el constante acoso del Congreso que terminó en su vacancia…
“Es muy difícil construir proyectos a mediano plazo en un país en donde se hace –en palabras de ellos– “cargamontón” sobre todo el que pueda llegar a construir una opción política y se es indulgente con el que ya no tiene chances de continuidad”.
Esto hay que tenerlo en cuenta siempre. Un gobierno asediado constantemente no puede tomar las medidas que un pueblo verdaderamente necesita.
Y en medio de una pandemia, como sucedió en Argentina. Con un Ejecutivo diezmado, porque ni siquiera hay presencialidad. Creo que tiene que tomarse en cuenta, pero no es excusa de que esas vacunas no se hayan comprado en tiempo y forma, más allá de que sirva para entender las dificultades de Perú para adquirirlas. Todo esto en el marco de una crisis monumental. Por ello creo que la población es muy indulgente con aquellos que no cree que tengan ya la posibilidad de continuar con el poder político, algo complicado para el país: es muy difícil construir proyectos a mediano plazo en un país en donde se hace –en palabras de ellos– “cargamontón” sobre todo el que pueda llegar a construir una opción política y se es indulgente con el que ya no tiene chances de continuidad.
Esta indulgencia compartió escenario con una estabilidad económica muy importante. El capítulo económico de la Constitución peruana es una especie de sacrosanto para ellos. Estamos hablando de la Constitución de Fujimori, que se mantuvo todos estos años sin ningún cambio. Hay que agregar que sostener esa buena situación era mucho más simple con los precios de las materias primas altos; a la baja, la bonanza decae y ello lleva a que todo se complique. De asumir, Castillo va a heredar muchos problemas, con una situación adicional: él se equivoca si cree que tiene el 50,1% de los votos en su favor, tanto como si Keiko cree que es dueña del 49,9%. La verdad es que el voto de Castillo en primera vuelta fue del 19%, esos son los que lo eligieron teniendo una variedad de opciones. Lo mismo aplica para el 13% de Fujimori. Todo el resto es gente que votó a otros candidatos (2 de cada 3 electores) y que en el ballotage terminó decantándose por el que consideraba el menor de dos males. Se puede decir que votaron tapándose la nariz, por lo que va a ser imposible para Castillo llevar adelante el programa de Perú Libre sin hacer concesiones hacia el centro. De creer lo contrario, se equivoca y ello abriría un futuro incierto para su gobierno. Ídem para Fujimori si es que piensa que puede vivir atacando al gobierno como si tuviese detrás suyo a casi la mitad de un país. Habrá que ver qué le depara el futuro a ella, después de haber sido derrotada tres veces en una segunda vuelta electoral.
Han surgido advertencias que le vienen haciendo desde el Congreso a Castillo respecto de su legitimidad ¿Creés que existen condiciones para que se produzca algo similar a lo que sucedió recientemente con Vizcarra?
Yo espero que no suceda eso. La verdad es que sería muy difícil hacer futurología respecto de lo que pueda llegar a pasar, pero creo que esa fue la misma hipótesis que tuvo Vizcarra y que lo llevó a no presentar una lista propia en las elecciones de 2019/2020 y le terminó costando la presidencia aún sin mayorías absolutas. La micro-representación congresal de intereses da una aleatoriedad en la toma de decisiones bastante difícil de entender por fuera de Perú. Si Castillo no logra construir un espacio de unidad que supere la de Perú Libre y que se acerque a otras fuerzas de izquierda, considero que va a tener problemas en cuanto a la gobernabilidad.
Esperemos que no sea así, pero creo que es fundamental que él entienda que debe gobernar para todos los peruanos y no solo para el 19% que lo votó en primera vuelta. A esto se le tiene que sumar la responsabilidad de algunos grupos que han salido a petardear de manera irresponsable esta elección, movidos por el miedo o por la razón que fuere, pero de una forma por completo anti-democrática. Han hecho una movilización en la puerta del Presidente de la O.N.P.E, el organismo nacional electoral, algo que no posee sentido porque la elección ya finalizó y es algo que tendrán que comprender, además de hacer el duelo para luego asumir la derrota y ayudar a que se pase a una nueva etapa. El próximo presidente del Perú asume el 28 de julio, el Día de la Patria y el cumpleaños número 200 del país. Es llegar al Bicentenario en muy pocos días, así que sería muy bueno que todos tengan un gesto patriótico, ganadores y perdedores, e intenten construir un espacio de intercambio que traiga gobernabilidad y estabilidad al Perú.