Democracia, transición e incertidumbre

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Marcos Novaro explota dos facetas que a veces coinciden y a veces riñen entre sí. Por un lado, es académico, investigador del CONICET y profesor en la Universidad de Buenos Aires. Por el otro, se desempeña como analista dentro del amplio universo de medios del Grupo Clarín, a cuya cúpula también asesoró en temas políticos. Si bien no oculta sus posiciones (firmó la solicitada de apoyo a Macri, por ejemplo), sus análisis intentan escapar al maniqueísmo al que apelan algunos de sus colegas, tanto cercanos como adversarios. No se priva de criticar al gobierno o caracterizarlo como “de derecha”, al tiempo que lee de manera sumamente negativa la experiencia kirchnerista desde sus orígenes. Combina frases lapidarias y terminantes con análisis que ensayan lecturas de más largo aliento, tanto hacia el pasado como con vistas al futuro. Al mismo tiempo, no rehúye a la polémica ni busca subterfugios ante las preguntas incómodas. Frontal y poco afecto a los eufemismos, Novaro es un analista fundamental en la política argentina actual, más allá de sus credenciales académicas. Foco de odios y simpatías, no suele resultar indiferente a casi nadie.

 

El resultado de las PASO se interpreta como un castigo al gobierno macrista por el ajuste. Para empezar queremos que termines de responder la pregunta de Pablo Duggan sobre eso, comparado con el ajuste del gobierno anterior.

El malhumor con este gobierno tiene un origen de clase media. Es ese peronismo, no el de las clases bajas. Por algo no hubo tanto quilombo. Estos tipos se ocuparon mucho de repartir y han hecho cosas favorables a esos sectores bajos que se ven afectados por la suba del transporte y no por la del dólar. Este ajuste desde 2016 es concentrado en los sectores medios. Proporcionalmente subió mucho más la AUH que los sueldos. Vos decís “también ajustaron el gasto previsional”. Ese es un ícono de esta discusión. Ves las tasas de pobreza en distintos rangos etarios y decís “tenés que ajustar el gasto previsional, si los pobres no llegan a viejos”. Una de las grandes macanas que hicieron fue la reparación histórica. Punto y medio en PBI que tendrían que haber dilatado en el tiempo. A medida que avanzaron fueron socialmente más justos, digamos, y es lógico que la clase media te putee. Son los tipos que más perdieron. Tenían tarifas regaladas, dólar barato, viajaban afuera y buena parte de su presupuesto lo tenían para gastos discrecionales. La verdad es que, si hay que elegir, yo ajustaría clase media y jubilaciones, que es lo socialmente justo.

 

Este gobierno se basa en premisas de una economía abierta de mercado, y pudo rearmar mínimamente algunas instituciones económicas, como las estadísticas nacionales. Otras estaban a medio hacer y en la semana posterior a las PASO sufrieron cimbronazos, como lo que respecta al mercado de cambios y a los precios relativos. El análisis se posa en la transición, ¿pero qué creés que se le va a reconocer en el futuro a Macri?

Difícil decirlo ahora, si la crisis sigue profundizándose puede que la conclusión a la que llegue la oposición, la sociedad, e incluso parte de la coalición oficial, es que esas instituciones no sirven para nada, e incluso que son perjudiciales, Argentina finalmente ha vivido casi todo el tiempo sin mercado libre de cambios, porque es un modo de disfrazar que no tiene moneda. Y nuestra capacidad de desaprender es notable, no hay que subestimarla, ya hoy hay gente del Frente de Todos que dice que el cepo no estuvo tan mal, que algún control hay que imponer para que “no se lleven la plata cuando se les da la gana”. Bueno, ese en vez de ser un buen indicador del problema se lo convierte en el problema, y por eso no hay tanta diferencia con el INDEC, que fue en todo caso algo muy brutal y además inútil. En el caso del cepo y todas las variantes que puedan ahora reinventarse, los beneficios para los gobiernos son evidentes, muy tentadores.

 

¿Cuál creés que es el riesgo de un triunfo de Alberto Fernández? ¿Cuánto pesa en este apoyo al macrismo lo que representa el kirchnerismo como experiencia pasada?

Si el kirchnerismo hubiera girado más en serio hacia la moderación tampoco los votaría. ¿Cuál es el temor? Es una mezcla de cosas. El argumento ese de la solicitada, que dice “no hay que volver al pasado” es totalmente campaña. No creo que el problema principal con los Fernández sea que vuelvan a repetir la misma historia. Harían otra, ¿pero cuál? Esa es la incertidumbre principal. Argentina está en una situación sumamente precaria como para soportar desorden, que es default, corrida, devaluación… Cuando Guillermo Calvo dice “esto tiene que quebrar” no es simplemente el deseo de una bestia ortodoxa. Es un tipo que ve que si los Fernández ganan esto quiebra y después recomponen. Se desarman todos los bloqueos y después hacen lo que quieren, es la versión Menem del asunto. Puede ser que Alberto Fernández esté pensando en algo de ese estilo. Ahora, ¿eso tiene viabilidad con los acompañantes que tiene? ¿En cuánto tiempo se reacomoda? ¿En el medio cuántas corridas tenés? Si a Menem, que tenía las cosas más o menos claras, un equipo y además legitimidad, le costó dos años, imaginate lo que le puede costar a Alberto Fernández. Mi temor es ese…

 

¿Que se tarde mucho en normalizar?

Y que en el medio se paguen una enorme cantidad de costos para hacer no se sabe qué. Tal vez, como dice Calvo, más reformas que las que iba a hacer Macri. Puede ser que esas apuestas al rebote y actuar desarmando los bloqueos tampoco funcionen del todo bien. Hay que sopesar el argumento de Calvo de que eso es mejor que el gradualismo. Las reformas que se hacen cuando se destruyen los recursos de negociación son al estilo Menem: muy de trazo grueso y muy caras a mediano plazo. En la comparación entre Menem y lo que intentó hacer Macri hasta ahora sale ganando, en mi perspectiva, lo de Macri. Aun con todas las cagadas que hicieron, el tiempo que perdieron y la versión muy trucha del gradualismo que aplicaron, todo eso es menos costoso que los dos años de hiperinflación de Menem.

 

Tenés una visión muy crítica sobre el gobierno de Néstor Kirchner, sobre un nestorismo que se reflotó en la campaña…

El nestorismo de Lavagna y de Alberto. Se pelean para ver quien es mejor nestorista.

 

¿Por qué cargás las tintas sobre ese momento inicial?

Es un poco de ir contra la opinión mayoritaria: el mejor gobierno fue el de Alfonsín simplemente por “porque es bueno”, y porque la gente se olvidó de las cagadas que hizo. Le sigue Néstor. Hay distintas formas de evaluar los gobiernos. Es como bilardistas contra menottistas. Cuando evaluás a largo plazo le prestás más atención a las instituciones, y cuando evaluás la coyuntura prestás más atención a si la economía crece o no, si bajó o subió la pobreza. Si evaluás al gobierno de Néstor en relación a ciertos datos duros, es el mejor, tuvo mejores tasas de crecimiento. Si lo evaluás en relación a las condiciones con las que agarró el gobierno y como lo dejó, ahí ya no es tan seguro. Un gobierno con 2, 3 puntos de inflación anual, sin convertibilidad, una cosa insólita que, es cierto, no iba a durar. De todos modos, es una cagada que conviertas eso en inflación crónica de 25 puntos en 2007. Néstor tenía una oportunidad inédita de pesificar la economía, de construir una moneda en el país, sin mucho esfuerzo, simplemente administrando la transición. El mercado de cambios libre ya existía, los costos ya los habían pagado otros. Realmente tenía grandes ventajas y las desaprovechó. Hay tipos que hicieron la diferencia, si ese no estaba las cosas eran diferentes. Bueno, Néstor es eso. ¿Pero para dónde? Para el lado de la banquina.

“El malhumor con este gobierno tiene un origen de clase media. Es ese peronismo, no el de las clases bajas”

Hay un problema central en Argentina: la relación entre democracia y capitalismo, entre política y empresarios. Hablaste en más de una ocasión de que Argentina sobrevivió a una especie de anticapitalismo cultural. ¿Es un problema político o de los empresarios?

Es un problema cultural e institucional. Como los empresarios negocian en forma particular con el Estado no tienen legitimidad para defender públicamente reglas de juego, porque todos los acuerdos son particularistas, opacos. Hablan de un capitalismo abierto pero lo que practican es un capitalismo cerrado, en el que los gobernantes encuentran un beneficio. El presidencialismo genera dependencias de acuerdos particulares en lugar de una regla general. Si tu sector depende de un régimen especial está jodido, porque si llegas a decir “A” te suben los impuestos, te abren importaciones, te revientan. El 80% de la actividad industrial de este país está involucrada en eso, y buena parte de la actividad de servicios. Macri habla de los unicornios, de que ninguno es un régimen especial. ¿De qué me estás hablando? Mercado Libre creció gracias a la exención impositiva. Ese es el capitalismo que funciona, soluciones particularistas que son el resultado de una economía cerrada consolidada con el peronismo. Esa fue la lógica con la que los Kirchner actuaron y los empresarios se adaptaron, porque fue muy rentable. Hoy hacer eso, en el siglo XXI, es una completa estupidez.

 

¿Un capitalismo de amigos?

El capitalismo de amigos es una forma coloquial de hablar del capitalismo político. En aquel, las relaciones políticas determinan el resultado de la actividad empresaria, en lugar de la rentabilidad, la innovación o la inversión. La Argentina es un caso excepcional, es una economía en la que durante muchas décadas funcionó un régimen de este tipo, y con muy malos resultados.

 

¿Eso entra en la ecuación de esta relación tensionante entre democracia y capitalismo?

¿Por qué los empresarios invierten muy poco? O porque no ganan plata o porque la ganan y no la usan para invertir. En muchos momentos quedó en claro que era lo segundo. Entonces creás mecanismos ad hoc para obligarlos a invertir, les das una cantidad de cosas que se inventaron para aumentar la inversión pero con un alto costo social. Si no te alcanza la zanahoria los amenazás, públicamente o con reglas que sancionan la fuga. Pero por más incentivos o amenazas que haya, en un régimen donde no tenés confianza la inversión va a seguir siendo baja, necesitás tasas de ganancia altísimas para que la inversión crezca. Eso es una locura, imposible de sostener. La cultura anticapitalista reproduce un capitalismo de estas características, no es que produce una crítica y una reforma. Produce la profundización de una enfermedad. Encima los episodios de reforma abonan la idea de que no hay alternativa.

También están los bancos.

Los bancos son los malos en cualquier país del mundo, incluso en los más capitalistas. Incluso para la ética capitalista el banquero es un parásito porque por naturaleza vive de renta. Hasta ahí llegó el anticapitalismo de la crisis del 2001. Pero con respecto a los empresarios, hay una serie de encuestas de Mora y Araujo publicadas en ese momento que son muy interesantes. Fue la época de oro del consenso productivista: las empresas tenían que producir y ganar mucha guita para que la gente pueda tener laburo. Eso es lo que empuja la economía kirchnerista.

 

Duhalde plantea eso a fines de los 90.

Duhalde había participado de la reforma de mercado con el argumento de que si bien ya no se podía más, no había que tirar todas las instituciones del peronismo por la ventana. Después logró su equilibrio, pero a un alto costo. Esa no era una idea muy compartida dentro del peronismo.

 

Tampoco por la Alianza.

No sabría decirte si la Alianza llegó a tener alguna idea económica. Creo que entendió que su campo de innovación eran las instituciones. Había una confusión, una idea de que la economía ya estaba resuelta…

 

Había que hacer una convertibilidad prolija.

Una idea de que “si hacemos reformas en las instituciones y dejamos de afanar, todo lo demás funciona bien”. Hoy suena muy delirante, pero en ese momento era el modo en que gente que pensaba cosas muy distintas sobre la economía se podía poner de acuerdo.

“Creo que Alberto Fernández se imagina como un mediador universal. Para alguien que sabe que va a tener poco poder propio es una apuesta tal vez razonable, aunque de alto riesgo, porque nadie lo va a considerar propio, nadie lo va a defender cuando empiecen a llover malas noticias”

En los últimos tiempos desarrollaste una faceta ligada a los medios. ¿Cómo conciliás eso, o publicaciones de urgencia como el libro de Santiago Maldonado, con la actividad académica?

Mi principal trabajo sigue siendo la academia. Algunas cosas de esas son complementarias, otras hacen ruido con el compromiso académico. Claramente el libro de Maldonado, un libro de trincheras, no ayudó. No tiene ni siquiera relación con temas que estaba trabajando.

 

¿Cuáles fueron las razones de hacer el libro con Héctor Magnetto?

Traté de convencer a Magnetto de la idea de que los empresarios tienen que explicarse. Él más que nadie tenía que dar cuenta de lo que había hecho. Eso y mi colaboración con Clarín me permitió conocer al mundo empresario. Hay gente que escribe sobre los empresarios en la Argentina y nunca fue a hablar con ellos. Es como los que escriben sobre los milicos y nunca vieron a un tipo de uniforme. Entrevisté a muchísimos empresarios, incluidos los del directorio de Clarín. Fue una época muy interesante para entender el conflicto y la relación con las entidades empresarias. Ver todo eso en acción, y ver la cantidad de instrumentos que tiene el Estado para hacer el bien y el mal a las empresas… Eso está en alguna medida volcado en Dinero y poder. Fue un gran trabajo de campo.

 

Siguiendo con el conflicto entre el Estado y las entidades empresarias, Alberto Fernández reconoció una reunión con Magnetto en el reciente evento del Grupo Clarín. También condenó los escraches a periodistas y ex funcionarios K. ¿Puede haber cierta recomposición en la relación entre Clarín y el kirchnerismo?

Lo que veo es un intento de parte de Clarín y muchas otras empresas de alejar a Alberto Fernández de Cristina Kirchner, y de Alberto Fernández de dejarse lisonjear para al menos dejar la impresión de que eso es posible. Por ahora es un juego de mutuo interés, pero el resultado es incierto. Creo que Alberto Fernández se imagina como un mediador universal, alguien que está en la posición más útil para todos porque es al que necesitan para que contenga a los demás, los frene. Para alguien que sabe que va a tener poco poder propio es una apuesta tal vez razonable, aunque de alto riesgo, porque nadie lo va a considerar propio, nadie lo va a defender cuando empiecen a llover malas noticias, y eso va a pasar en cuanto agarre la manija.

El malhumor de la clase media con el gobierno explica el resultado de las primarias, sostuviste al principio. Hoy las posibilidades de una reelección de Macri son aritméticas, no políticas. Sin embargo, el sábado se convocó en la Plaza de Mayo el pueblo macrista. ¿Tiene Macri posibilidades de sobrevivir o puede empezar a pensarse en un posmacrismo? ¿Cómo puede ser ese macrismo después de Macri?

Hay que ver qué pasa con el PRO, con Vidal que puede ser una figura más convocante que Macri desde diciembre, aunque esté fuera del poder y tenga que competir con Rodríguez Larreta, que tal vez quede adentro. También hay que ver qué pasa en las encuestas, lo de la movilización puede que no sea muy representativo del 32% de votantes que seguirán probablemente optando por esta fuerza. Tal vez una parte se vuelva más ortodoxa en los económico y más conservadora en lo social, y siga con el PRO, y otra se vuelva más progresista y heterodoxa y el radicalismo quiera representarla por su cuenta. Hay ya movidas de líderes radicales que quieren reubicarse para seguir a Lousteau, no a Vidal, quién sabe.

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Last modified: 1 octubre, 2020

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