A Francisco Cafiero el ADN se le revela en la voz nasal, herencia de su abuelo Antonio, y en la autoridad de sangre con que modula un glosario de “unidades” y “renovaciones”, todas palabras clave de un peronismo que, tras repetir el trago amargo de la derrota en 2015, quiso, en discursos, deseos y tuits, repetir también aquel aprendizaje cafierista de los 80. Pero a diferencia del patriarca familiar, este Cafiero decidió cruzar el charco desde la “provincia peronista” y hacer pie en la Ciudad de Buenos Aires, tierra históricamente hostil hacia un peronismo que tiene en la derrota menos un trauma que una constancia. El gesto de este Francisco, tal vez el más “cafierista” en una familia de Cafieros que intentaron buscar su destino, lo colocó ante la certeza de que palabras como “renovación”, “derrota” o incluso “peronismo” tienen otra resonancia en el hogar de nacimiento del macrismo, la ciudad cajetilla donde las villas se urbanizan con las grúas “de la derecha” y el grueso de su clase media exhibe orgullosa la excepcionalidad antiperonista. Bunker quiso dialogar con él para entender qué hay detrás de ese espectro llamado “el peronismo porteño”, un experimento que se exhibe como avatar local y siempre pareció más el consulado de un movimiento nacional, y al que Cafiero pertenece aunque le critica su abandono de temas como la seguridad, el espacio público o la corrupción –otra palabra clave–, mientras el larretismo, de la mano de la clase media y el capital, va a la conquista de los “descamisados porteños”.
¿Qué Ciudad de Buenos Aires tiene en la cabeza un peronista que milita en ella?
Veo que sigue siendo una ciudad muy desigual, con marcadas diferencias entre el norte y el sur. Hoy uno de cada tres porteños y porteñas atraviesa problemas económicos y cerca de 170.000 son indigentes. Disminuyó la clase media mientras la clase alta creció. Eso refleja dónde faltan políticas de Estado. Está muy bien que levanten la traza del ferrocarril, que hagan el Paseo del Bajo, algunas urbanizaciones como la Villa 31 o el Playón de Chacarita, pero no se resuelve ni el problema de la desigualdad ni mucho menos el del empleo. Por otro lado sigue siendo una ciudad muy sucia. Una ciudad donde se viaja mal y el pasaje es caro. Y una ciudad que no resuelve los problemas de la inseguridad. Hay cámaras, hay buen marketing pero no hay un claro programa para atacar ese flagelo. La inseguridad sigue siendo un gran problema.
¿No hay ahí una deuda del peronismo y del progresismo, que suelen mostrarse incapaces de articular un discurso al respecto?
Sí, es un error total que le hayamos regalado ese discurso a la derecha. La seguridad no puede ser sinónimo de derecha, también es derechos humanos, es cuidar al ciudadano y a la ciudadana. Es un gran déficit que tiene el peronismo pero también la gestión de la derecha. Larreta no deja de ser un conservador y no ha resuelto el problema, mucho menos Macri. Otro de los grandes temas que está muy tapado en la Ciudad de Buenos Aires es que hay buena estrategia de marketing a la hora de hablar de la participación ciudadana, los números, las obras, pero deja mucho que desear la cuestión de la transparencia. Yo creo que la Ciudad tiene que tener una Oficina Anticorrupción, que siga en serio las contrataciones.
¿El tema no está en la Legislatura?
Había un proyecto que presentó Cerruti en 2009 cuando era legisladora, que lo volvió a presentar en 2011 pero perdió estado parlamentario. Ahora la legisladora Fidel presentó un proyecto pero no tuvo mejor idea que sacarse una foto con Laura Alonso a la hora de presentarlo, y eso deja mucho que desear. Alonso es una militante del PRO que supuestamente cuida los intereses de la administración nacional, y ya vimos los problemas en poco tiempo. Es una funcionaria altamente cuestionada.
Mencionaste las urbanizaciones. ¿Cómo ve el peronismo porteño esta política que afecta a un sector más ligado o al menos más receptivo al discurso peronista pero que hoy ve muchas de sus demandas atendidas por el macrismo?
Toda política de urbanización de asentamientos es bienvenida. Yo tengo mis dudas en relación a qué negocio hay detrás, porque a veces más que una Jefatura de Gobierno parece una inmobiliaria esta administración. Pero es muy bueno que haya urbanizaciones y cuanta más participación haya en el proceso por parte de los vecinos y las instituciones, mejor. Es cierto que al peronismo le ha costado, en la Ciudad de Buenos Aires, construir un discurso para la clase media y la clase media baja trabajadora, a quienes el gobierno de Macri o Larreta sí le pudieron hablar. Y pudieron hacerlo por muchos motivos, por variables macros y nacionales que les eran favorables y que ahora se les están viniendo adversas.
¿El peronismo porteño tiene una agenda para hablarle a esos sectores?
Hay que construir un discurso permanente y tiene que saber a quién buscamos interpelar. Me parece que la falla del peronismo en estos tiempos ha sido no hablar de ciertos temas que a mucha gente le preocupa y le molesta.
¿Por ejemplo?
La corrupción. El peronismo no ha hablado de la corrupción.
¿No puede ser un bumerang eso?
La corrupción no es patrimonio de ningún partido ni de ninguna fuerza política, es un mal que existe en la humanidad y que afecta por sobre todas las cosas a la política. La corrupción es también una máquina de generar pobreza y estoy convencido de que no hay nada más ajeno a una de nuestras banderas fundacionales, que es la justicia social, que la corrupción. Que hubo corrupción en gobiernos peronistas, seguro. Que hay corrupción en este gobierno, que no te quepan dudas. Hay que hablar de estos temas, sino parece que el peronismo es complice en su conjunto de algunos hechos que algunos muy pocos han hecho. Creo que la lucha contra la corrupción tiene que ser una política de Estado. Que la banquen, la abracen y la defiendan todos los partidos políticos.
“La seguridad no puede ser sinónimo de derecha, también es derechos humanos, es cuidar al ciudadano y a la ciudadana”
¿Cómo sería ese acuerdo? Porque la corrupción es siempre un interés para el que está en la oposición que después se deja de lado cuando se llega al gobierno.
Si el peronismo fuese gobierno en la Ciudad de Buenos Aires y nos tocara ser parte de la toma de decisiones, yo propondría, por ejemplo, no solo que haya una Oficina Anticorrupción sino que quede en manos de la oposición. Mi abuelo fue gobernador de la Provincia de Buenos Aires, en el ‘87, en ese momento no existían las oficinas anticorrupción, existía la Fiscalía General de Estado, y lo primero que hizo fue dársela a los radicales. No estoy diciendo nada novedoso, son las reglas del juego.
Un peronismo republicano.
Si. Quizás habría que preguntarse: ¿qué es el peronismo republicano? ¿El que acuerda para que se ajuste a los jubilados o el que defiende al peronismo por las vías democráticas? El fortalecimiento de la democracia se da en función de la participación real de los distintos actores de la política. ¿Cómo hablarle a esos sectores medios? Hay que buscar dónde está la preocupación o el interés y ver qué tiene el peronismo para decir de eso.
¿De qué otros temas creés que el peronismo porteño no pudo hablar? Porque hay políticas como el Metrobus o el embellecimiento urbano que el peronismo y el progresismo desecharon, incluso caricaturizaron, y terminaron construyendo un discurso y una alianza muy sólida entre el electorado y el PRO.
Primero, el Metrobús es un acierto, inconcluso pero un acierto. Segundo, respecto del espacio público, el peronismo irrumpe en él. El 17 de octubre se crea con la participación de las masas que jamás habían pisado la ciudad y ocuparon la plaza. Peronismo y espacio público deben tener un mismo sentido. Tercero, siempre hay que mantener las veredas. Ahora bien, me llama la atención que barrio por barrio se rompen tres o cuatro veces al año la misma vereda. Cuando hablamos de la necesidad de que exista una oficina anticorrupción es porque hay cosas que uno ve, están las licitaciones en el portal del Gobierno de la Ciudad, pero ¿por qué las baldosas de Triunvirato y Juramento en lo que va del año se cambiaron en tres oportunidades? ¿No hay un plan de obra? El peronismo por supuesto que tiene que hablar de espacio público. La ciudad tiene el lema de “ciudad verde” y de eso queda muy poco, más si se se apuesta a la aprobación del código de planeamiento urbano que estipula casi duplicar la cantidad de población.
¿No estás de acuerdo con el nuevo código?
Lo veo con mucha preocupación. Sobre todo cuando, por ejemplo, otro de los temas sobre los cuales tenemos que tener una política bien clara es el de los alquileres. Cerca de 900.000 personas alquilan en la Ciudad, eso tiene que tener más regulación. ¿Cómo puede ser que siga habiendo muchísima vivienda ociosa? Esto no es meternos en la vida privada de las familias sino preguntarnos por qué cada vez más la Ciudad es un lugar donde se especula en términos inmobiliarios y no donde se vive. Esta es una de las incógnitas que, con agenda de la Ciudad, se pueden empezar, no digo a resolver, pero si a encarar.
¿Por qué creés que al peronismo le cuesta tanto la Ciudad?
Tiene que ver con qué mensaje damos como movimiento. El peronismo no supo generar futuro en la Ciudad de Buenos Aires. Hasta 2015 en el Frente para la Victoria participaban solo 12 partidos. En las elecciones pasadas ampliamos la base de sustentación. Articulamos un gran frente electoral con 19 partidos polìticos distintos, dimos una gran PASO, que fue un excelente ejercicio, nos diferenciamos de la provincia donde estaba Cristina que no dio la PASO, se salió a caminar y les dijimos a los porteños que asì no íbamos bien. Pero no les dijimos qué íbamos a hacer para que nos vaya mejor. Creo, y digo esto siendo parte de la lista que encabezó Daniel Filmus, que nos faltó expresar propuestas, un discurso que interpele y convenza más.
¿El problema es que actúa más como un peronismo en la capital y no de la capital? ¿Una fuerza que solo ve la macropolítica pero no la vereda?
Sí, hay que ver las dos cosas. Y creo que hay que ver otra dimensión que le ha costado al peronismo y que también le cuesta al actual oficialismo que es hablar de lo metropolitano. Seguimos sin tener una lógica de política y de visión metropolitana para los temas.
“El peronismo, en todas sus jurisdicciones, tiene que darse un debate para expresar un partido del siglo XXI”
Hablando del peronismo más en general. Desde 2015 se habla mucho de “unidad”, de “renovación”, se invoca la figura de tu abuelo. ¿Cuál creés que es hoy el principal problema o desafío del peronismo? ¿Le falta “cafierizarse”?
Este año se cumplieron 30 años de la interna Menem-Cafiero. Es muy loco que hayan pasado tantos años y seguimos hablando de eso.
Es que nunca más hubo una interna real.
Ustedes hablan de “cafierizar”. Si hubo algo que Antonio leyó fueron los tiempos en los que le tocó protagonizar y ejercer el liderazgo en la política. Leyó muy bien la necesidad de la gran mayoría de los argentinos y argentinas de querer involucrarse en la política. El aporte que él hizo fue democratizar el partido, abrir las puertas, formar cuadros, volver a recuperar la planificación como una herramienta clave de la política para construir futuro.
¿No le falta vida interna hoy al peronismo? Está el PJ bonaerense pero también el PJ nacional, donde la intervención por ahí se explica por esta falta de vida interna.
Creo que la intervención poco tuvo que ver con la falta de participación interna. Fue un mamarracho jurídico que obedece a intenciones políticas. Eso no significa que el Partido Justicialista sea un partido de participacion masiva. Creo que sigue siendo un partido estancado en el siglo XX y que el peronismo, en todas sus jurisdicciones, tiene que darse un debate para expresar un partido del siglo XXI.
¿Qué significa eso?
Tenemos estructuras que se adecúan a la sociedad de 30 años atrás. Yo me imagino un peronismo de siglo XXI expresando las demandas de la ciudadanía. Hemos dado un paso importante al poner 50 y 50 los cargos electivos, pero el peronismo debería haber sido vanguardia en eso. Tenemos que expresar mejor la diversidad de los jóvenes. Tenemos que mejorar la comunicación. Seguimos mandando tres hojas de comunicados, ¿quién las lee? Tenemos que hacer un partido moderno, que entrar a Matheu signifique tener wifi en todos los pisos. Entrás al salón de actos y te quedaste sin señal y no podés comunicar lo que pasa. Esta es parte de la realidad del PJ. El peronismo siempre le habló al trabajador. Ahora, ¿el trabajador no es aquel que busca laburo? ¿No es aquel que trabaja en la informalidad permanente? Cuando hablamos de combatir al capital y lo cantamos en la marcha, ¿cuál es la posición del peronismo frente al capital especulativo? ¿Cuál es nuestra política “combatiendo al capital” del siglo XXI?
¿Hay lugar para la “unidad” en ese peronismo del siglo XXI?
¿Cómo se construye una patria justa, libre y soberana? Felipe Solá propuso 35 puntos que se los entregó a Macri, Massa está dando vueltas con 14. ¿Por qué no armamos una mesa donde estén los puntos de Felipe, los de Massa, los “x” puntos de Cristina, los “x” puntos de Pino Solanas, los “x” puntos del movimiento obrero? Porque está claro que no nos vamos a poner de acuerdo en quién va a ser el candidato, pero sí nos tenemos que poner de acuerdo con qué va a decir el peronismo. Ahí creo que va a ser más fácil. Y la otra cosa que nos tenemos que poner de acuerdo es con qué reglas de juego vamos a elegir la fórmula. ¿Cómo hacemos “cafierismo”? El que gana conduce y el que pierde acompaña.
Por lo general el que gana se lleva todo y el que pierde, pierde todo.
¿Cómo hacemos para que todos se sientan contenidos? Eso para mi es hablar de futuro porque es escuchar al otro. Falta mucho diálogo en el peronismo. Hablamos de unidad. Los compañeros dicen “hay que hacer la unidad”. Ahora, cuando vos a esa agenda le traés alguien que dijo una cosa en contra de Cristina, o que Cristina dijo algo mal en torno a “x” dirigente, se transforma en “la unidad sí pero con ese no porque es un traidor, y el otro no porque ‘Cristina fue funcional a Macri’”. Tenemos que poner un límite que es Macri y sus aliados. Y saber que al peronismo le falta hablar de temas que hace mucho tiempo que no habla, como corrupción, seguridad, o medioambiente, de lo que tiene que hablar sin que sea una política onegeísta.