Camila Perochena es profesora en Historia por la Universidad Nacional de Rosario, magister en Ciencia Política por la Universidad Torcuato Di Tella y doctoranda en Historia por la Universidad de Buenos Aires, un resumé que resume lo que quizás exhiban mejor sus intervenciones y trabajos: una vocación desprejuiciada y atenta por indagar en los usos de la historia en el contexto político y social de la América Latina reciente. Del peso de la historia tanto en el kirchnerismo argentino como en el panismo mexicano, a la prescindencia utópica de un macrismo que se sueña partido del siglo XXI mientras no sabe cómo conjurar los fantasmas malditos del pasado, la mirada de Perochena permite abarcar algo más que el regodeo en la práctica historiográfica o la pulsión archivista, y se inclina por una historia pensada como marca del presente a partir de usos, evocaciones, ausencias y distorsiones, que permite acercarse, a su vez, a una mirada diferente, alejada del sentimentalismo maniqueo o las necesidades narrativas de la política. En medio de una crisis que parece despertar el trauma de 2001 y enfrenta al mismo macrismo que propuso futuro y animales en vez de próceres con el agitado ángel de la historia argentina, nos juntamos con Perochena para conversar sobre la ausencia de tradición histórica del PRO, la disputa entre kirchnerismo y macrismo en el campo de la historia, los espectros de los ‘70 y el 2001 en el escenario actual, las similitudes entre Cambiemos y el PAN mexicano, y el oscilante devenir de una historia que no va hacia ningún lugar.
Sostuviste que el PRO no tiene una tradición histórica en la que anclarse. ¿Eso sería algo malo?
No diría que es malo. Más bien diría que el PRO cree que si habla del pasado no va a poder tener una visión aspiracional de su propio gobierno. Ignorar el pasado es caer en la ilusión de que una sociedad puede moldearse a sí misma, como si fuera una tabula rasa. Los revolucionarios franceses eran muy de esta idea de construir un tiempo y una sociedad nuevas. [Edmund] Burke les decía que ninguna sociedad se puede construir sin mirar al pasado porque es producto de un trabajo acumulativo de muchas generaciones. El diagnóstico del que parte el gobierno de Macri es que hay que mirar al futuro porque el gobierno kirchnerista lo único que hizo fue mirar al pasado. Seguramente te va a salir mal porque la sociedad está construida sobre ciertas tradiciones que no podés ignorar. El PRO cree esto por su propia historia. Es un partido muy nuevo y es muy difícil que tenga una tradición histórica, seguramente porque no tuvieron nunca la preocupación de anclarse en una. Además en el kirchnerismo también había una idea de futuro, muy diferente a la idea de porvenir que tiene el PRO.
Caracterizaste a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner como “refundacionales”, aspecto que, en contrapartida, no ves en Macri. ¿No podría pensarse su constante enfrentamiento con el kirchnerismo como un gesto “refundacional”?
Creo que hay una especie de síndrome de la refundación en los gobiernos argentinos, porque prácticamente todos los gobiernos argentinos del siglo XX y varios del siglo XIX se vieron a sí mismos como refundacionales. Es muy difícil pensar que los militares del golpe del 30, del 43, del 55 y del 76 no se hayan visto a sí mismos como refundacionales. Aparece esa cuestión en Yrigoyen, en Perón, en Frondizi se podría decir que también, ni hablar en Alfonsín o en Menem. Lo realmente revolucionario sería un gobierno que diga “vamos a tomar cosas del anterior y construir sobre eso algo porque no hay que barajar y dar de nuevo cada vez que asume un nuevo gobierno”. Sin duda el PRO se siente tan refundacional como el kirchnerismo, pero hay una diferencia en la forma. Mientras el kirchnerismo daba cuenta, en el caso de Néstor Kirchner, de una historia de los últimos 40 años, y en el caso de Cristina de la historia de los 200 años de la Argentina, el PRO es refundacional pero no siente que tenga que dar cuenta de ese pasado. Son refundaciones donde el pasado, presente y futuro se articulan de maneras distintas. Para el kirchnerismo ver el futuro era ir permanentemente al pasado y decir “estoy haciendo lo que intentaron hacer los revolucionarios de Mayo, Rosas, los jóvenes de los ‘70, y que fueron interrumpidos por Caseros y la dictadura del 76”. Algo así como refundar en base a esa tarea inconclusa del pasado. En el PRO no está esa idea, es refundacional pero solo aspiracional. A eso me referia cuando decia que hay algo ilusorio en creer que se puede moldear una sociedad como si todo lo que viene de atrás no hubiese existido.
“Ignorar el pasado es caer en la ilusión de que una sociedad puede moldearse a sí misma como si fuera una tabula rasa”
¿No hay un punto de confluencia, una especie de mirada crítica compartida a la “historia oficial”? El kirchnerismo se apoyó en el revisionismo y si bien el macrismo prescindió de esa perspectiva no volvió a la historia “anterior” ¿Qué pasó con la historiografía tradicional para que los gobiernos del siglo XXI la discutan o la ignoren?
La historia está muy presente en el debate público argentino y se piensa desde un punto de vista muy emocional. Generalmente la forma en que los historiadores tratamos de pensar la historia es bastante diferente a como se instala en el debate público. Tenemos que aclarar un montón de cosas para salirnos de esa falsa dicotomía entre la historia oficial y el revisionismo histórico. Efectivamente el kirchnerismo dijo estar creando una nueva historia, y era la primera vez que el revisionismo se hacía oficial. La estrategia del PRO fue no dar un debate con el revisionismo porque de alguna manera sentía que la forma de hacerlo era dar una versión completamente invertida de esa historia, a la manera de la historia mitrista quizás. Entonces decidió mantenerse alejado. Lo que le discuto al PRO es que hablar de historia no implica hablar de la historia liberal de Mitre o del revisionismo histórico. Hay muchas otras formas de hacerlo, que sí se ven en los museos del PRO, que los hicieron historiadores como profesionales. Se sigue cayendo en pensar la historia bajo dos versiones que están superadas.
¿Hay una suerte de “prescindencia”, similar a la que el gobierno muestra en otros temas? Está la cuestión de los billetes, por ejemplo. ¿Poner animales no es también una forma de salir por arriba del laberinto de las disputas histórico-simbólicas: en vez de elegir a Roca o a Evita, elegimos una ballena y cancelamos el debate?
Con el detalle de los billetes hubo una sensación de “es como vender la patria”, como querer aplacar el debate de la historia. A mí no me pareció tan grave. Ahora bien, hay discursos que refieren a la memoria reciente, como el de los años ‘70, en donde no se puede hablar con tanta liviandad. Tenés que hacerte cargo de la memoria histórica, no podés decir “yo de eso no sé nada así que no voy a hablar”.
¿En el caso Santiago Maldonado o en el 2×1 a los genocidas no confluyeron esos problemas? Porque desde el gobierno se intentó deshistorizar, o pensarlo como un capítulo de la grieta, pero una parte importante de la sociedad reaccionó desde una memoria histórica.
Lo del 2×1 estuvo mal manejado. Toda la forma en que el gobierno abordó la década del 70 fue bastante inadecuada, porque se la abordó con trivialidad. Intentaron dar una visión alternativa –que sin duda creo que existe– a la heroización que presentó el kirchnerismo. Pero un discurso que trate de desromantizar esa visión no puede ser la trivialización del pasado, no puede ser decir “fue una guerra” o “no sé cuántos fueron”. Me parece que se cae en esa especie de dicotomía de que, cuando se habla de historia, se quiere decir lo contrario, y no es ese el camino.
Todo esto, a su vez, abre otro debate de larga data que es la cuestión de la progresividad de la historia, de si la historia avanza o si acaso puede enfrentarse a la pérdida de conquistas que se creían consolidadas.
Estoy convencida de que la historia no es progresiva: no es acumulativa, no tiene un sentido, no va hacia ningún lugar y está plagada de contingencias. La idea de historia progresiva es muy clásica, pertenecía a los filósofos de la historia del siglo XIX que consideraban que la historia era una acumulación de hechos o de ideas que conducían a un lugar, seguramente mejor que el que estamos. Eso se hizo añicos con la Primera Guerra Mundial. El gran cambio que produjo, entre otros, fue imaginario y cultural: si la historia era progresiva e íbamos a un mundo cada vez mejor, ¿cómo puede ser que nos matemos en una trinchera? Todo lo que ha hecho el siglo XX fue demostrar que la historia no es progresiva y que todo el tiempo se puede retroceder como salvajes en el pasado. Con respecto a los sucesos recientes en nuestro país, creo que el aborto va a salir en algún momento, pero no pienso que todas las conquistas que se han logrado no se van a perder. O no pensaría que necesariamente vamos a estar siempre un poco mejor. Al contrario, es todo muy frágil.
La historia progresiva es algo propio del siglo XIX, en términos de historia mundial. En términos argentinos puede pensarse como algo setentista.
Si. Me parece que en la visión de los años ‘70, que es la que recupera el kirchnerismo, hay una idea de sentido de la historia que no necesariamente es progresivo. No es que el kirchnerismo o los revisionistas de los ‘70 pensaban que la historia era una acumulación positiva desde 1810, pero sí está la idea de algún sentido de la historia. Pienso en algún discurso de Cristina y hay algo así como una idea de filosofía de la historia, con sentido hacia algún lugar, mejor y revolucionario, y que el kirchnerismo llevaba la historia en ese sentido. Eso está en los ‘70, obviamente, pero se combina con una idea muy clásica del revisionismo histórico que es el decadentismo. Idea que surge en los ‘30 y reaparece en los ‘70, de que desde el siglo XIX, con el momento revolucionario y la caída de Rosas, la historia ha ido en un declive progresivo, en sentido negativo, hacia una historia menos nacionalista, más imperialista. Se intenta entender la historia del siglo XIX y XX como decadentista, pero al mismo tiempo al propio presente como uno que va a llevar a un destino mejor.
“Creo que el aborto va a salir en algún momento, pero no pienso que todas las conquistas que se han logrado no se van a perder. O no pensaría que necesariamente vamos a estar siempre un poco mejor. Al contrario, es todo muy frágil”
¿Hay algo decadentista en el macrismo? Algunos hablan de treinta o setenta años de fracasos.
Si, es un poco decadentista. Pero Macri no habla de historia ni le interesa, y a los funcionarios tampoco. Entonces es difícil darle la vuelta a eso.
Es puro presente.
Hay un grupo de historiadores franceses, como [Francois] Hartog o [Reinhart] Koselleck, que dicen que en la actualidad existe una especie de régimen presentista. Que el régimen de historicidad moderno, que pensaba en torno a un futuro deseado, se transformó en un puro presente. Ellos lo rastrean desde la caída del Muro de Berlín. Habría que ver si en el macrismo está esta idea del régimen presentista.
¿A la historia, como a la política, no le llegó también su 2001? Por aquel entonces hubo muchas ganas de volver a la historia, buscar claves ahí. Después vino el revisionismo y ahora terminamos en un gobierno que no restaura ese relato histórico previo, sino que directamente prescinde de esa herramienta conceptual.
En este debate público el 2001 es clave, porque además de la crisis económica, social y política, representó una crisis de identidad nacional. 2001 es clave para entender los relatos que se armaron sobre el pasado, y sobre cómo permearon en la sociedad. Para salir de ese limbo lo que hizo el kirchnerismo, y con bastante éxito, fue armar un relato que responda a esa crisis de identidad. ¿Qué pasa con el PRO? No pueden hacerse cargo de ese relato porque los ubica del lado de los enemigos. Entonces el problema es cómo responder esa pregunta que formuló el default en 2001, y a la cual el kirchnerismo dio una respuesta, sin quedar del lado de los malos de la historia.
Hoy el 2001, en medio de la turbulencia financiera, vuelve a evocarse. ¿Que el gobierno ignore el peso de la historia, en este contexto, es peligroso? ¿Qué importancia tiene el 2001 en el imaginario de Cambiemos?
La crisis de 2001 tiene una relación paradójica con el gobierno porque puede ser pensada como condición de existencia del PRO y a la vez como amenaza o fantasma con el que tiene que convivir y contra el que tiene que pelear, en especial ahora. Se podría hacer una hipótesis contrafáctica y decir que seguramente el PRO no hubiese aparecido o no hubiese tenido la importancia política que tuvo si no hubiese existido la crisis de 2001. Pero al mismo tiempo, esa obsesión por no tener una mirada nostálgica y no mirar el pasado los puede llevar a subestimar la memoria o fantasma que aún existe en la sociedad en torno a la crisis. Hay una sensación o reflejo que es parte de la memoria colectiva y que trae de vuelta el fantasma de la crisis del 2001 en contextos como los actuales. Ignorar que esa memoria está, por más que no sea la misma situación en términos de política económica, es, de nuevo, ignorar que la sociedad se asienta sobre tradiciones y memorias heredadas que la condicionan y la moldean. Y eso te puede llevar a cometer errores políticos o a que tus políticas económicas tengan consecuencias que no fuiste capaz de prever.
El 2001 sería una especie de fantasma que no saben cómo conjurar.
De vuelta, se trata de cómo responder a ese relato sin quedar del lado de los malos de la historia. En ese sentido, la postura en la que está el macrismo es muy similar a la que estuvo el PAN en México. [Vicente] Fox asume en el 2000 después de setenta años del PRI, que era el partido de la Revolución. El PRI hizo de la Revolución su tradición histórica y la base del nacionalismo mexicano. El PAN era un partido que desde su fundación, en el ‘39, se había opuesto a la Revolución. Por eso cuando asume el poder tuvo un grave problema: ¿cómo hacemos para ser nacionalistas sin ser revolucionarios y cómo hacemos para gobernar sin hacernos cargo de la tradición histórica que nos precedió? Fox lo resolvió más o menos, trató de hablar poco de la historia. Pero [Felipe] Calderón se hizo cargo de la Revolución y cuando festejó los cien años dijo “en el PAN somos herederos de la independencia, la reforma y la Revolución”, que es lo mismo que está diciendo [Andrés Manuel] López Obrador ahora. El PAN terminó haciendo suya la misma tradición histórica y el mismo relato mexicano que tenía el PRI. No pudo hacer otra cosa con el pasado, no había posibilidad, le dió una torsión más civilista y democrática a esa historia de la Revolución mexicana, pero no mucho más que eso.
“La crisis de 2001 tiene una relación paradójica con el gobierno porque puede ser pensada como condición de existencia del PRO y a la vez como amenaza o fantasma con el que tiene que convivir y contra el que tiene que pelear, en especial ahora”
¿Y López Obrador? Su idea fuerza es la regeneración, de hecho forma parte del nombre de su partido.
La historia de México se funda en tres puntos de quiebre: la independencia, la reforma liberal del siglo XIX y la Revolución. AMLO dice que va a hacer el cuarto, en su imaginario él está haciendo un nuevo movimiento. Con respecto a la Revolución, AMLO no tiene ningún problema porque no es una tradición histórica ajena. El problema es que todos se consideran herederos de ella.
¿Entonces qué puede hacer?
Lo mismo que hacen todos, reivindicarse heredero de [Francisco] Madero pero con un poco más de densidad histórica. AMLO trató de escribir libros de historia, citó en algunos discursos un ensayo de un liberal mexicano, Cosío Villegas, que dice que los gobernantes posrevolucionarios del PRI no estuvieron a la altura de la Revolución, traicionaron su legado. El problema es que la memoria revolucionaria en México empezó a desgastarse en las últimas décadas del siglo XX. Desde [Carlos] Salinas De Gortari fue casi como la muerte simbólica de la Revolución, dejó de tener la pregnancia o la fuerza simbólica que tuvo en la sociedad en otras épocas.
Te formaste en la educación pública, ¿qué consideras de todo lo que está pasando hoy con la cuestión del presupuesto?
Me parece impresentable el recorte que hay en ciencia y técnica y en las universidades. Leí en una nota que el presupuesto de la legislatura bonaerense es 57 veces mayor que el de ciencia y técnica. Hay en primer lugar un ajuste mal acomodado. Si tenés una visión de futuro, si tenés un gobierno aspiracional, no debería ser la universidad pública o la ciencia y la técnica lo que tengas que recortar. Hay otros lugares de donde se puede equilibrar la balanza: la política, el poder judicial, impuestos más progresivos.
Koselleck, el francesito. Esa sí que es inesperada.