Hernán Iglesias Illa es subsecretario nacional de comunicación estratégica. Ante la pregunta, define su rol como el de un “traductor de la gestión para los equipos de comunicación”, un intérprete que recorre el camino sinuoso que une a dos de las islas más importantes del archipiélago Cambiemos: la Política y el Mensaje. Golden boy del equipo comandado por el hoy señalado Marcos Peña, Iglesias Illa entró a la política con el sentido de oportunidad de un emprendedor: un hombre del siglo XXI que a la manera decimonónica volvió al país para sumarse a la campaña del cambio y cuyo sacrificio recompensado lo convirtió en una parábola del triunfo de la fe, la audacia y el pragmatismo. Tres años después continúa como el rostro apacible, impertérrito y anfibio dispuesto a traducir la voluntad de un experimento político surcado por “la combinación de shocks con errores” pero al que el Traductor le augura todavía un largo devenir en un mundo que parece avanzar en dirección contraria.
Destacaste en un artículo reciente que Cambiemos es “la coalición política más exitosa” desde 1983 por sus logros electorales y su “idea de futuro”. Pero el balance de gobierno hoy es negativo en los indicadores más urgentes –inflación, pobreza, desocupación–. Da la sensación de que Cambiemos, a tres años de su asunción, es exitoso como ingeniería electoral, como promesa, pero no como gestión.
Dejame desarmarlo. Primero, aunque evidentemente este tercer año de la economía no es el que esperábamos (esperábamos una inflación más baja y una economía en crecimiento, como la que teníamos hasta los primeros efectos de la sequía y después la combinación de shocks con errores) igualmente tenemos un balance positivo de la gestión. Se han transformado muchísimas cosas. Hemos puesto los cimientos de una economía que puede crecer muchos años a partir del año que viene. Y hemos propuesto unas reglas de juego de cultura democrática que se han cumplido. En segundo lugar, cuando decimos que Cambiemos “recién empieza” tiene más que ver con mirar hacia adelante como coalición política. Creo que Cambiemos tiene futuro incluso si pierde las elecciones del año que viene. Y debería mantenerse unido. Sería una gran lección para el sistema político.
¿Que Cambiemos sobreviva incluso como oposición?
Claro. O como gobierno de algunas provincias, o como un bloque de 115 o 100 diputados. Que se transforme en algo estable en el mapa político argentino. Hoy todavía está la sensación de que Cambiemos, y sobre todo el PRO, es una especie de intruso en la política argentina, una anomalía que se va a terminar pronto. Y una de las razones del texto que escribimos es reforzar la idea de que estamos acá para dar la pelea en el largo plazo, gobernemos o no.
¿Esa consolidación de Cambiemos podría significar la desaparición del PRO?
A medida que pasen los años es posible que se diluyan las identidades de los partidos que conforman Cambiemos. Habría que ver si es deseable y cómo ocurre. Está bueno que sea una coalición.
“A medida que pasen los años es posible que se diluyan las identidades de los partidos que conforman Cambiemos. Habría que ver si es deseable y cómo ocurre”
¿A qué errores te referís cuando hablás de combinación de “shocks y errores”?
Digo “errores” porque todo el mundo lo dice y parece que si no lo digo no tenemos autocrítica. Para mí, el desajuste principal es que elegimos una velocidad moderada para reducir el déficit fiscal y una urgente para bajar la inflación. Y esas dos velocidades distintas empezaron a generar incentivos raros. Se apreció el tipo de cambio –que es una tentación de todos los gobiernos argentinos– y en un momento se generaron desequilibrios que, empujados por cosas inesperadas, tuvieron este impacto, sobre todo en el tipo de cambio, que después hace bola de nieve sobre la inflación y la actividad. En retrospectiva, quizás podríamos haber sido más pacientes con el tema de la inflación, intentar bajarla más despacio.
Y atacar sí el déficit fiscal…
A la misma velocidad. Algunos nos dicen que podríamos haber bajado el déficit más rápido en 2016 o 2017. Creo que en 2016 se podría haber hecho algo más de lo que se hizo, aun dentro del esquema de gradualismo. Me parece que hubo poco nivel de detalle en el trabajo de Hacienda, mirando el presupuesto de cerca, que es algo que sí hace ahora el Ministerio. Pero, en general, me parece que el ajuste grande fue ese.
¿Al gobierno le preocupa más el déficit fiscal que el de cuenta corriente?
No soy economista pero con el tipo de cambio que tenemos ahora el déficit de cuenta corriente se acomoda muy rápido. El año que viene va a ser bajo y va a ser menor que la inversión extranjera directa, o sea que se va a financiar de una manera sana, según los economistas.
¿Cuál sería el patrón productivo que imagina Cambiemos para la Argentina?
Es complejo, pero lo principal es que, para salir un poco del pantano en el que estamos, tenemos que exportar mucho más. Muchas de nuestras medidas tienen que ver con facilitar esa tarea. Queremos que las empresas piensen no solamente en el mercado interno, sino en exportar como una manera de crecer.
¿Y qué pasa con los sectores que no pueden competir en los mercados internacionales?
Con sectores como el textil y el calzado hemos logrado bastantes avances. Las empresas reconocen que hace falta un cambio. Lo que no quieren es que se haga como en los 90, de un día para el otro y sin ningún apoyo del gobierno. Para convencerlos, primero tenés que tener éxito y te tienen que reconocer la buena fe. Con las idas y vueltas del tipo de cambio siempre algunas conversaciones se arruinan. Pero en el mediano plazo, si logramos bajar la inflación y que los movimientos de la moneda dejen de ser bruscos, eso va a generar que el que exporta lo hace porque es bueno, no porque es barato. Y si viene un competidor extranjero y te gana lo hace porque su producto es mejor, no porque te gana 5 o 10%
“Defiendo a Cambiemos como una formación centrista, pasa que veníamos de muchos lugares donde el corrimiento te hace parecer que sos más de derecha de lo que sos”
¿Siguen optimistas respecto a la idea de insertarse en el mundo, aun en un contexto en el que varios países se retraen sobre sí mismos?
Para el comercio lo que importa es el nivel, no tanto el margen. Supongamos que Estados Unidos se aleja dos o tres pasos del libre comercio, sigue siendo de los países más abiertos del mundo. Todavía resulta una oportunidad para la Argentina. Aun con que se retraiga un poco el comercio y esos países bajen 3 o 4 puntos su participación del comercio en el PBI, tenemos mucho para crecer.
Cambiemos se define como un espacio “moderno” que rechaza los “liderazgos excluyentes”. En ese marco, Macri aparece como un líder, en ocasiones, prescindente. En el caso del aborto legal, si bien es incuestionable que abrió el debate, el tema terminó con una sociedad a los pañuelazos y un presidente que, a diferencia de otras discusiones álgidas en la historia argentina –divorcio, matrimonio igualitario– no tomó posición. ¿No es un riesgo pasar de liderazgos excluyentes a liderazgos prescindentes o ausentes, que delegan en la sociedad la resolución de conflictos?
Me parece que una de las cosas que a una parte de la sociedad le gusta de Cambiemos es la idea de mucha gente trabajando junta. Eso comparado con Cristina, a quien ven un poco más sola, por decisión o por cosas que ocurrieron. Un activo de Cambiemos es la aparición de varios dirigentes que pueden conversar en lo público con el presidente. Y el presidente los respeta, los deja crecer. Eso es un activo, no lo veo como una falta de liderazgo, honestamente. A pesar de que hubiera querido que la votación en el Senado terminase de otra manera. Fue un terreno muy complicado que se transitó bastante bien. Una formación que se define, de alguna manera, como liberal, que respeta las opiniones de los otros, no tenía muchas más opciones en este caso.
¿No dejó de ser “moderno” Cambiemos en este siglo XXI de liderazgos fuertes y conflicto social?
Cuando me hablan de los liderazgos fuertes, los “Bolsonaros”, los “Orbanes”, no sé qué pensar, honestamente. Creo que hay muchos líderes que no son así, que les va bien, ¿no? Ahora Macron no es un gran ejemplo de esto, pero…
Está Trudeau.
Sí. Pero que estén de moda en otros países los liderazgos fuertes, un poco autoritarios, no quiere decir que sean un modelo válido. La política exterior argentina ha sido bastante pragmática en estos años. Creemos que tenemos el derecho y la oportunidad de tener relaciones fructíferas, no solo comerciales, con todos los países del mundo. Podemos tener una relación buena con Estados Unidos, con China y con otros países. La Argentina ya tuvo su experiencia populista, digamos, por usar una palabra que ahora está un poco en crisis.
Pensábamos esta idea de la modernidad y del tiempo político en relación a qué tipo de mundo recibió a Cambiemos, en contraste con el mundo que anhelaba. Se vio en su momento en el apoyo a Hillary Clinton.
La crítica menos interesante es la que dice que el gobierno leyó mal el mundo. Mostramos preferencia por Hillary Clinton, vino Obama, parecía que estábamos casados con él. Después ganó Trump y, sin embargo, no tuvo ningún efecto negativo haber hecho esas declaraciones en su momento, por la relación histórica que tiene Trump con Macri. Ninguna. Además creo que Argentina ha tenido una preferencia en las decisiones de Estados Unidos de los últimos años, que solamente se explican por esa relación. Otros países no la tienen.
De todas formas, al hablar de lo moderno no aludimos sólo a los liderazgos “fuertes”, sino también al conflicto social, como el de Francia, que poco tiene que ver con esa épica “Silicon Valley” de la modernidad entendida como armonía…
Pero nunca fue así.
No. Pero sí es cierto que Cambiemos enarbola un relato “sacrificial”, apoyado en lemas como “hay que esperar”, “somos optimistas”. ¿Por qué en este mundo de chalecos amarillos y en un país como Argentina, con una tradición fuerte de conflicto social, y en un contexto económico como el que mencionábamos al principio, se aceptaría esa propuesta sacrificial o paciente que propone Cambiemos?
Para empezar, creo que hay una parte importante de la población que lo pide. No es que lo acepta, lo pide. Que las crisis recurrentes, que las interrupciones constitucionales (lo digo en general, más allá de los golpes de estado)… Creemos que nuestro electorado y una parte importante de la población piden un camino un poco más gradual, menos intenso por decirlo en términos de la época kirchnerista, hacia una convivencia democrática más pacífica, quizás menos interesante, con una prosperidad que llegue hacia sectores más amplios de la población. Me gustaría proponer ciertos consensos: macroeconomía sana, política social e instituciones democráticas. No solamente para Cambiemos, sino también a todos los que quieran sumarse. Lamentablemente todavía hay una parte importante del arco político argentino que no está dispuesto a firmar ciertas cosas. Lo que proponemos es un consenso para crecer, por una vez, 20 años seguidos. No a tasas chinas, que crezcamos a lo que dé: 3, 4%, ir mejorando todos los años un poquito, gobierne quien gobierne. Esa es una propuesta que de a poco se entiende. Por supuesto, en años como este es más difícil de proponer, porque vos decís “flaco, me hablás de una inflación baja 20 años y tenés una del 45%”. Pero a medida que se ordenen las distorsiones que recibimos y persistieron, esa conversación va a estar más en el frente de las discusiones políticas.
¿Los errores de los que hablábamos al principio no generaron nuevas distorsiones? En el caso de la deuda, ¿eso no es una nueva “herencia” para el que venga?
El próximo presidente, sea Macri o quien sea, hereda una situación arreglada en muchas cosas. Para empezar, equilibrio en las cuentas fiscales, que es un problema que Argentina tuvo históricamente. Eso es un beneficio. Otra cosa que tendrá a favor es una situación energética superavitaria, por ahí no el año que viene pero sí el otro. Tipo de cambio flotante y competitivo, también, eso nunca habíamos tenido. Cuando paramos la inflación en los 90 fue porque le dimos un mazazo y la dejamos atada contra la cama, no la dejamos moverse durante 10 años. Eso esconde sus problemas. Como desafíos pendientes, obviamente está el tema de la deuda. Hay que ver cómo evoluciona el tipo de cambio, cómo evolucionan las cuentas el año que viene, pero si no tenés déficit ya por lo menos podés dedicarte a pagarla y no generar más.
¿Si resuelven el déficit van a poder afrontar el tema de la deuda?
Se hace sostenible en el tiempo. El próximo gobierno heredará el mismo problema que heredamos nosotros, los niveles muy altos de impuestos y de gasto, aunque haya equilibrio fiscal. Ahí me resulta más difícil ver cómo se hace para bajarlo, no sé, unos 5 puntos, no digo a los niveles de los 90. Por ahí en esto Cambiemos va a necesitar ayuda de los gobernadores. La cagada de estos años es que parece que entra todo en crisis, pero el consenso fiscal funciona bien y esperemos que se respete en el futuro. El gran desafío que tiene por delante la Argentina es tener menos impuestos. Y acá no hago una declaración, nosotros somos en general bastante agnósticos sobre el tamaño ideal del Estado. No sé a cuánto lo queremos. ¿Ahora está en 40? No digo que haya que bajarlo a 15, tipo Estonia, pero a 30 y poco, qué sé yo. Defiendo a Cambiemos como una formación centrista, pasa que veníamos de muchos lugares donde el corrimiento te hace parecer que sos más de derecha de lo que sos. O sea, equilibrar las cuentas fiscales fue históricamente una preocupación de los partidos conservadores –a pesar de que en Europa lo han hecho socialistas de todo tipo–. Lo mismo pasa con otras cosas, incluso, la seguridad. Es tal el caos y la falta de coordinación, que uno simplemente poniéndose más serio parece que es mucho más mano dura que el anterior, aunque eso no quiere decir que seas mano dura.
“Fue un poco exagerado el señalamiento a Marcos Peña. Tuvo mucha menos influencia en el proceso económico de lo que algunos le marcaron”
¿Pero frente al ajuste o al protocolo de seguridad, qué es lo que hace de centro a Cambiemos?
El lugar a donde querés ir, dónde parás. Empezás un proceso en un lado, lo empezás a mover hacia el lado más conservador, pero depende de dónde pares. Creo que estamos en ese lugar. La política social, por ejemplo. Las reformas más importantes que hicimos en el tema de los programas sociales fueron solamente quitar intermediarios. No son grandes cambios con respecto a lo anterior. Algunos dicen que fue por conveniencia política, paz social o por lo que sea, no lo sé. En los hechos hay muchas personas que lo necesitan.
Porque aumentaron los niveles de pobreza.
Bueno, hasta hace muy poco no habían aumentado y tampoco lo subimos acá. La pobreza bajó 25% y no hubo ninguna decisión de que podían liberarse o aliviarse los programas sociales. Yo creo que eso ha llegado para quedarse.
Volvamos a la idea de coalición. Si se toman ciertas voces, como la de Prat-Gay o la de una parte importante del radicalismo, Cambiemos parece ser una coalición que funciona muy bien términos electorales, que funciona parcialmente a nivel legislativo y que no existe como coalición de gobierno, donde hegemoniza el PRO. ¿Qué tipo de coalición es Cambiemos?
El malestar de socios menores de Cambiemos, o de gente que por ahí no ocupa un espacio ahora, se debe en parte a que creen también, o temen, que Cambiemos sea algo temporario. Si creen que Cambiemos se termina en la próxima elección y ahora no reciben nada, eso les genera ansiedad y malestar. En cambio yo digo, pensemos Cambiemos de acá a 10, 15 años. Piensen que Cambiemos, aunque tiene la presidencia del país, gobierna nada más que 5 provincias, tiene un bloque importante en Diputados, uno no tan importante en el Senado, tiene mucho margen para crecer. Si uno lo piensa en el mediano y largo plazo, a los que en este momento les toca estar afuera por alguna razón, por alguna interna, o por lo que sea, sepan que puede haber oportunidades en el futuro.
¿Cómo podríamos leer ciertas críticas, como las de Emilio Monzó cuando reivindica “la rosca”, o incluso las de Elisa Carrió, que apunta contra la corrupción en Cambiemos? ¿Apuestan a un Cambiemos después de Macri?
Al Cambiemos después de Macri le falta casi 5 años, ¿no? Si todo sale como queremos, seguiremos apostando realmente al largo plazo. Respecto a las críticas, no sé. Para mí es una fortaleza de Cambiemos que haya ruidos de superficie.
¿Carrió fortalece a Cambiemos, aun cuando critica?
Totalmente. Una coalición que busca la unanimidad y la verticalidad se va a quebrar pronto. Vivimos en una era donde todo el mundo tiene voz y las coaliciones también. En una vieja coalición, tres tipos decidían y 2500 dirigentes obedecían. Hoy para manejar una coalición tenés que conversar con todo el mundo, no solamente con los 3 o 4 jefes que haya. Tenés que ser sumamente flexible como para que esas voces tengan la capacidad de dar sus propias opiniones si no están de acuerdo con algo. Y eso te fortalece.
Volviendo a Monzó, su tiro por elevación parece apuntar a lo que se podría denominar “marcospeñismo”. Habla de reivindicar la política por sobre el marketing…
Si definimos a la rosca como el diálogo y la negociación, obviamente estamos todos a favor. Pero creo que la gente que critica la rosca lo hace por otras cosas, por los acuerdos entre políticos que benefician a la clase política y no tanto a la sociedad. Pero si la definimos como la capacidad de conversar con gente de fuera de tu partido, bienvenida la rosca.
“¿Será WhatsApp importante en la campaña del año que viene? Y, muy probablemente. Es un contexto en el que los votantes creen que le pueden discutir a cualquiera, a los dirigentes, a los medios, a sus referentes religiosos y gremiales”
Marcos Peña este año fue señalado, por propios y ajenos, casi como el padre político de la crisis.
Fue un poco exagerado su señalamiento. Tuvo mucha menos influencia en el proceso económico de lo que algunos le marcaron.
¿Y en qué tuvo incidencia? ¿Qué tipo de autocrítica podría ensayar el marcospeñismo de estos tres primeros años?
Fue parte del equipo que decidió lo que les señalaba antes.
Algunos pronósticos optimistas hablan de una salida de la recesión en marzo del año que viene. Sin embargo, en la provincia de Buenos Aires crece la posibilidad de adelantar las elecciones. ¿Esto no implica reconocer que la salida de la recesión no es tan cercana?
No veo la relación entre ambas cosas. Será por otras razones.
¿Qué razones ves?
No son las mías, son las de otros.
En el debate reciente por la ley de financiamiento político, el peronismo alternativo pidió que se incorpore a la normativa el combate a las fake news en redes sociales. En paralelo, hay medios que aseguran que el gobierno privilegiará el uso de WhatsApp como herramienta para difundir mensajes en la campaña de 2019. ¿Esto es así?
Nadie controla nada, honestamente. Cuando dicen que WhatsApp fue muy útil para Bolsonaro, no es que la campaña de él hacía cosas, era simplemente gente que simpatizaba con él y generaba situaciones virales que se multiplicaban al infinito. ¿Será WhatsApp importante en la campaña del año que viene? Y, muy probablemente. Es un contexto en el que los votantes creen que le pueden discutir a cualquiera, a los dirigentes, a los medios, a sus referentes religiosos y gremiales. Quizás solamente le creen a personas que conocen. Y en ese sentido WhatsApp, de alguna manera, es un mensaje que viene recomendado por alguien que conocés, y al mismo tiempo cuando lo forwardeás generás ese mismo circuito… Pero es medio un misterio. Una campaña puede mandar un whatsapp sin saber cuánto rebota o no, porque eso es imposible de medir. Me parece que estamos en el tema del uso de WhatsApp en campañas en un estado muy inicial.
Este año se conoció el caso de Cambridge Analytica, con quien el gobierno trabajó. A su vez en octubre, Graciela Camaño presentó un informe sobre trolls que apunta a su uso político. ¿Cómo ves ese tema? ¿Le preocupa al gobierno las fake news, el trolleo?
La verdad que estoy perplejo por cómo esta historia sobrevive a lo largo de los años. Gente importante, políticos, medios, ONGs internacionales, que dicen muy convencidos de que el gobierno le paga a alguien para intervenir en las redes sociales. No hay ningún indicio de nada. Si uno lee el informe que presentó Camaño, no hay nada. Y sin embargo se mantiene. Lo desmentimos varias veces, no creo que lo volvamos a desmentir. No me gusta que cuando un personaje público dice algo transgresor en Twitter y después 1500 personas le dicen que dijo una pavada, no se la banca: “Ay, Marquitos Peña me mandó los trolls”. No entienden el entorno en el que actúan. No entienden que la gente hoy le habla a cualquiera y no respeta a nadie. Y le pareció una pavada lo que dijiste.
Al principio, cuando te preguntamos por la cuestión de las coaliciones, sugeriste que Cambiemos cimenta una Argentina diferente. ¿Es refundacional?
No somos refundacionales.
¿Por qué?
Porque me parece que el espíritu refundacional te arruina un poco la cabeza. Te pone en una pose exageradamente protagónica y te perjudica en las decisiones que tomás. Por eso para nosotros el gradualismo era tan importante.
Sin embargo en sectores de Cambiemos es fuerte esa idea decadentista, de los “70 años de peronismo”, o los 30 que señala Vidal.
Sí, pero no sé si es necesariamente refundacional. Cuando Vidal habla de los 30 años de peronismo, habla de cosas muy concretas de cómo quedó la provincia. Después, lo de los 70 años, o lo de los 100 años, prefiero cuando se usa específicamente para este desafío que tenemos hoy, que es tener las cuentas equilibradas y darle la oportunidad a la Argentina de tener equilibrio fiscal y bajar la inflación. El sistema político le debe a la Argentina –eso incluye a Cambiemos– la oportunidad de solucionar otros problemas mientras mantenemos el equilibrio fiscal y vamos a una macroeconomía más sana. Me parece que es un consenso, un legado que Cambiemos puede dejar, incluso si después gobierna otro, un peronista racional. Si viene Cristina no, no le va a importar nada.
¿Si vuelve Cristina sería refundacional?
No, creo que ella propone un paraíso perdido. Me parece que lo va a tener complicado para ganar, como cualquiera, y después para gobernar. El éxito de Cambiemos es que sus ideas –ideas básicas de política social, cultura democrática y equilibrio macroeconómico– se derramen hacia el resto del sistema político y de la sociedad argentina. Con eso me conformo.
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