Carlos sonríe en las entrevistas, se presta para hablar, usa el espacio y ejemplifica. Es un tipo llano, tranquilo y compacto en su discurso. Hábil para responder, simpático para abordar los temas crudos de la economía y también flexible a la hora de manejar los tonos de una charla. Parece un político ordenado que, sin embargo, también sabe ser distendido y afable para comentar cuestiones de la cotidianeidad. Puntualiza y encuentra el chiste concreto para graficar. Nunca pierde las ganas de sonreír y siempre avanza.
Javier es conocido por alterarse rápido frente a las cámaras. Suele ser amable con algunos periodistas, pero en general está preparado para el ataque. Sus definiciones bordean los extremos del liberalismo y sus consideraciones se destacan por aborrecer a los políticos. Para él, el Estado no tiene que interferir en ningún aspecto de la vida y debe mantenerse lejos. La propia existencia, según dice, se vincula con el andar libre y la trascendencia de una intimidad dispersa, descentralizada, nada estática.
Carlos Melconian y Javier Milei son presentados en los medios como dos tipos audaces. Dos economistas “piolas”, que con cierto halo de irrelevancia, dejan en claro su postura, siempre amalgamada con el neoliberalismo y el desprecio hacia las políticas populistas. La pose canchera, en ambos, es constituida por perfiles dispares, pero no apartados. Son las dos caras de una misma moneda, y las voces que le hablan a los que andan de a pie, los que se ganan el mango, los que quieren llegar tranquilos a sus casas, sin más preocupaciones que las de transitar la calle con su propia plata.
Carlitos
“El Pro es algo nuevo, y es algo que vos elegiste. Por eso así como conociste a Gabriela, ahora quiero que conozcas a Carlos. Carlos Melconian. Porque cuanto más lo conozcas, más lo vas a elegir. Él también es diferente”, dice el por entonces novel Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri. En un spot breve, con piano de fondo y un suave meneo de cámara que recorre su rostro, el ex dirigente de Boca Juniors recomienda votar a “Carlos” y llevarlo al Senado durante las elecciones nacionales de 2007.
Cuatro años atrás, el mismo Carlos había participado activamente de la campaña presidencial de Carlos Menem en 2003. Si bien, renegaba de la política y decía que no le gustaba o que no hablaba en público de temas políticos, el ex presidente lo nombraba como su posible ministro de Economía, en caso de salir victorioso en la contienda electoral. Como se sabe, la historia dijo otra cosa, y finalmente quien accedió al gobierno nacional fue Néstor Kirchner, tras la renuncia de Menem al ballotage.
A pesar de ello, Melconian no se quedó de brazos cruzados, y en 2007 aceptó integrar las filas comandadas por Durán Barba y su equipo de coaches. Sin perder la presencia de su bigote, con el pelo más largo y una postura campechana –aunque de traje y corbata–, Carlos se sumergió fuertemente en los debates televisivos de 2007. “Soy candidato a senador bajo la idea y la convicción de que con Mauricio y con Gabriela va a estar bueno Buenos Aires… y Argentina. Asumo el compromiso de defenderlo a usted fuertemente en el Congreso”, dijo, enérgico y frente a cámara en la jornada de debate organizada por el programa de TN, “A dos voces”.
Luego de esta exposición, Carlos decidió volver a la investigación y el desarrollo económico privado. Se convirtió en una suerte de consultor, se cortó el pelo, se afeitó el bigote siguiendo el estilo Macri y nunca perdió referencia del armado de Cambiemos –hacia finales de 2014 y mediados de 2015, pocos dudaban de su presencia concreta y exigente en las entrañas de la alianza entre el Pro, la UCR y Elisa Carrió–. No obstante, tras la victoria cambiemista en las elecciones de octubre y noviembre de 2017, Melconian quedó oscurecido entre las nubes y fue designado presidente del Banco de la Nación Argentina. Es decir, fue apartado de la circulación mediática y también aislado del núcleo político e intrínseco de Cambiemos.
“Melconian se erigió como el primer especialista en economía del universo neoliberal que sentenció –sin ponerse colorado– una verdad revelada por los intelectuales más nacionales y populares: ‘Ojo porque se puede ir todo a la mierda'”
Su desempeño duró hasta principios de 2017, y su salida se debió a una decisión de la Jefatura de Gabinete. Sin embargo, lejos de irse en silencio y sin levantar revuelo, Melconian se retiró de un modo inédito para la propia raigambre de Cambiemos: su despedida fue con aplausos, discursos sentidos y llanto. A partir de ahí, Carlos Melconian se convirtió en “Melco”, en la figura repetida en destacados y memes, en el ex funcionario de Cambiemos que se mostraba desbocado y que exhibía en lugares públicos o mesas de charlas una visión, por lo menos, crítica del rumbo económico. En resumidas cuentas, Carlos Melconian se erigió como el primer especialista en economía del universo neoliberal que sentenció –sin ponerse colorado– una verdad revelada por los intelectuales más nacionales y populares: “Ojo porque se puede ir todo a la mierda”.
Luego de esto, Carlos comenzó a ser mencionado en programas de televisión. Propios y ajenos tomaron sus palabras para tratar de explicar los dislates en materia económica del macrismo. Por un lado, quedaba en evidencia que Cambiemos tenía conflictos internos en relación a decisiones financieras y, por otro, se habilitaba notoriamente la posibilidad de ver fantasmas del pasado y de posibles estallidos sociales a causa de las políticas monetarias de Cambiemos.
En esta línea, Melconian continuó con su discurso y los medios comenzaron a construirlo como el díscolo o el heterodoxo que, sin embargo, no perdía la franqueza y los buenos modales. Era, al fin y al cabo, un economista simple, cercano y sin tanta pompa empresarial. Siguiendo esa onda, su segundo y tercer hit en materia de frases no tardó en llegar. Durante una conferencia en el evento “A Todo Trigo” –que compartió con su colega Rosendo Fraga–, advirtió sobre los problemas que puede contraer el “salvataje económico” del Fondo Monetario Internacional. “Con el FMI vamos a comer pechuguita y puré de calabaza”, dijo en primer lugar, y luego, con los brazos sueltos y la voz en alto, destacó: “Boludeaste dos años con las buenas ondas y ahora vas recoger inflación y nivel de actividad en la previa de la elección. Fijense lo que vale no tener nada enfrente”.
Javier
A poco de iniciarse el gobierno de Cambiemos, Javier Milei ganó espacio en los medios de comunicación. Decía lo que nadie quería escuchar: el plan económico del ministro Alfonso Prat-Gay no era liberal, sino keynesiano, al igual que el kirchnerismo. Desde su óptica y análisis, nada había cambiado en términos económicos y aún quedaba mucho por profundizar en el esquema financiero del país.
A pesar de no ser considerado como una voz especializada, guardaba un atractivo televisivo para las dinámicas de paneles: frases cortas enunciadas con ira y conceptos polémicos que que se sostenían en los nuevos rings de la actualidad. Así las participaciones picantes y un peinado revuelto lo convirtieron en un personaje casi salido de un meme y de un chiste viviente en tiempos de crisis.
Lejos de menospreciar, la caracterización de Milei como un meme reivindica su capacidad intertextual para encantar públicos –sobre todo los millennials–. Su farandulización se puede observar in crescendo con ciertos acontecimientos que revelaban nuevas fases de su personalidad. A Moria Casán, de hecho, le confesó sus sentimientos y hasta se rumoreó un romance con la diva, pero la historia no avanzó. La one, tras un pseudo-psicoanálisis, enalteció la ternura de Milei por la carencia de una imagen materna protectora.
“Lejos de menospreciar, la caracterización de Milei como un meme reivindica su capacidad intertextual para encantar públicos –sobre todo los millennials–”
Con la degradación económica y el retiro de voces oficialistas de las mesas del consenso, Javier protagonizó una emisión del programa de Telefé “Podemos hablar” (PH) al revelar sus experiencias sexuales. De esa forma, el economista dejó de lado sus análisis de la macro y críticas a “la corporación política” y se posicionó como un referente del sexo tántrico. Nuevamente, la intertextualidad entre su imagen de traje, pelo revuelto, liberalismo extremo y sus chistes respecto a ser “vaca mala”, se volvió viral ante la perplejidad de su auditorio.
Este hecho mediático logró desarticular el estereotipo del especialista-nerd como un ser asexuado o poco pillo ante las cuestiones más humanas. En ese sentido, a poco de terminar el verano de este año, ensayó respuestas sobre el sexo y las posibilidades de liberación dentro del amor: “¿Pareja abierta? Sí. Aparte… no hay nada mejor que la competencia”. Asimismo, antes del inicio del mundial Rusia 2018, Milei fue entrevistado por la revista Un caño y contó su experiencia como arquero de Chacarita Juniors. Allí dio cátedra de su saber popular y físico, que en la cultura del aguante suele ser codificado como capacidad de valentía, esfuerzo, cálculo y astucia.
En tanto, tras la última escalada del dólar, Javier siguió protagonizando los programas de la tarde a partir de la noticia de su romance con la cantante pop Daniela –conocida por su hit Amor sincero, más conocido como Endulzame que soy café– con entrevistas conjuntas y anécdotas amorosas. Por las noches, sus enfrentamientos discursivos hasta enrojecer continuaron con fuertes cuestionamientos macroeconómicos al oficialismo, pero con una postura clara: el achicamiento del Estado hasta su abolición “es necesaria y urgente”. Sin dimensión colectiva de lo político, y aún con el pelo desordenado y la mirada enardecida, Javier circula por los medios dando cátedra de su autocontrol del tantra y la conservación del arco en cero en su pasado breve por el ascenso.
MM
Melconian y Milei, sin duda, juegan un rol clave en el discurso oficialista. Sin ser parte visible del gobierno habilitan horizontes para el ajuste desde un plano “libre pensante”. Así, las críticas hacia el desempeño financiero del gobierno sirven para construir, desde la derecha, un punto de racionalidad y mesura que vuelve “benévolo” al macrismo.
En paralelo, lo políticamente incorrecto se vuelve canchero y hasta pícaro en estas dos figuras. Carlos apela al tono campechano y al humor liviano, con la intención de allanarle el camino a la brutalidad neoliberal que opera en los perfiles económicos de Cambiemos. Javier, más disperso y multi-mediático, fuerza los extremos de su óptica liberal, se enfurece con los políticos y busca responsabilizar a las lógicas estatales en todo mal que pueda perseguir a los ciudadanos argentinos.
Ambos se construyen como personajes que, en sí mismos, esconden opciones de gobierno que no piensan desde lo colectivo, sino desde lo meramente individual y a partir de un discurso que se efectiviza en la amplificación mediática. Ellos son los que cuentan la llamada “cruel verdad” y así se visten de metáforas, se viralizan en memes y justifica el avance neoliberal sin ningún reparo. Más bien, con total expresión.
El libertarismo, como las religiones, es un bluff. Dos veces, Ed Clarke (1980) y Gary Johnson (2012), han intentado ganar la presidencia de EEUU y en ambos casos les han seguido el 1% de los votantes. Algo ridículo.